El espectro de Jardiel
Jardiel Poncela estrenó Un marido de ida y vuelta en octubre de 1939: las ruinas de la guerra civil aún humeaban y sus muertes no habían cesado. El teatro se hacía lejos de ello, por razones obvias, y buscaba el entretenimiento o, como se decía, la evasión. Se hacía generalmente muy mal teatro en ese mismo momento -iría poco a poco mejorando- y Jardiel Poncela era una excepción. Había elevado ya antes el teatro cómico a una categoría; se enfrentaba con el conservadurismo escénico y husmeaba ya el ramalazo del absurdo; ofrecía una locura lógica. Y el conservadurismo le castigaba.Un marido de ida y vuelta era su primera obra después de la guerra y tenía una timidez renacida, un paso atrás en su ruptura anterior; pero no cedía en comicidad, en sabiduría de construcción, en creación de situaciones. Es una anécdota corta: un agonizante hace prometer a su íntimo amigo que no se casará con su viuda porque es una mujer que le hará la vida imposible.
Un marido de ida y vuelta, de Enrique Jardiel Poncela (1939)
Intérpretes: Amparo Baró, Victoria Rodríguez, Paloma Juanes, Encarna Abad, Flavia Pérez de Castro, Carmen Merlo, Ana Latorre, Rosa Martínez, María Soler, Jesús Puente, Joaquín Kremel, Alfonso del Real, Antonio Campos, Luis Barbero, José Manuel Martí, Miguel Ángel Pascual y Luis Angulo. Espacio escénico: Tony Cortés. Dirección: Mara Recatero. Reposición, teatro Maravillas, 9 de mayo.
La promesa no se cumple y a los dos años reaparece el espectro para reclamar: la viuda descubre que el primer marido fue su verdadero amor y, muerta por un accidente repentino, se va con él hacia el más allá. No es esta historieta lo importante, sino su revestimiento: los personajes episódicos, las situaciones típicas -en Jardiel- del choque de la lógica con el absurdo, las sorpresas, los efectos.
Valor de la reposición
Repuesta hoy, mantiene gran parte de sus valores. Han cambiado, sin embargo, muchos puntos de vista del espectador en este casi medio siglo. Escrita en tiempos de un público atónito poco ilustrado, acostumbrado a un mal teatro, necesitaba de la reiteración, de la acumulación de explicaciones, de la insistencia. Hoy se está en otro sistema visual y auditivo, en otros apócopes de la expresión, y esta armadura antigua se nota demasiado.El segundo acto es el de la libertad del autor, y es el más vivo, hilarante e inteligente. Está emparedado por el de antecedentes y por el de resolución, como trámites obligatorios. Jardiel fue de todas formas un maestro en cumplir estas obligaciones de forma que se notara lo menos posible, dando valor propio a estas escenas de andamiaje, de forma que aún hoy se puede reprimir la posible impaciencia.
Mara Recatero ha dirigido con dignidad y respeto la obra, decorada con lujo por Tony Cortés. Se ha reunido un reparto largo -eran tiempos en que el teatro no economizaba en actores ni en decorados- que encabezan Jesús Puente, Amparo Baró y Alfonso del Real, capaces de añadir su comicidad al texto, escoltados por actores solventes como Joaquín Kremel, Encarna Abad o Luis Barbero.
La primera representación se dio el jueves por la tarde, con medio teatro lleno de colegialas obsesionadas en los entreactos por sus próximos exámenes de Química, pero capaces de olvidarlos y de reír sanamente con la obra. Es un buen síntoma para esta resurrección.
Babelia
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