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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El diálogo y el terror

MIENTRAS EL presidente González y el lendakari Ardanza conversaban en el palacio de la Moncloa sobre la paz en el País Vasco, el terrorismo gritaba de nuevo su mensaje de odio en San Sebastián, donde un miembro de la Policía Nacional -un navarro de 29 años- era asesinado cuando salía de su domicilio, vestido de paisano y franco de servicio. A primeras horas de ayer, al tiempo que los lectores de los periódicos conocían el satisfactorio resultado de la cumbre de Madrid, un guardia civil resultaba herido en Mondragón a consecuencia de una carga explosiva adosada a su automóvil. Recordemos que la semana pasada, una trampa criminal del mismo tipo lesionaba gravísimamente a un teniente de la Policía Nacional en Pamplona, y que hace escasos días, un atentado en Bilbao privaba de la vida a un analista químico que paseaba por la calle con su hija de cinco años.Este goteo de infames asesinatos y cobardes emboscadas muestra que ETA Militar, cuya capacidad operativa ha quedado seriamente mermada desde que la colaboración francesa limitó su libertad de ffiovimientos dentro del santuario de los Pirineos Atlánticos, conserva todavía, sin embargo, la infraestructura suficiente para librar una sangrienta lucha de repliegue, que busca en los efectos publicitarios la manera de ocultar su derrota política. La anunciada campaña contra las zonas turísticas de las costas mediterráneas, que reanuda la estrategia de terror iniciada hace unos años por ETA Políticomilitar, da fundamentos para suponer que ETA Militar ha podido reclutar a disidentes de aquella autodisuelta organización o establecer algún tipo de alianza con otras bandas armadas. En cualquier caso, las esperanzas puestas en la brusca interrupción de las actividades de ETA Militar como consecuencia del reconocimiento por sus dirigentes de la imposibilidad de la victoria descansaban en un defectuoso conocimiento de la mentalidad terrorista, que termina por transformar los medios violentos en fines en sí mismos. Pero los antídotos contra el fanatismo a disposición de un sistema de libertades son de efecto lento. Situada históricamente a medio camino entre la sociedad cerrada del inmediato pasado y el horizonte de una plena institucionalización democrática, la España de los ochenta ofrece todavía algunos puntos vulnerables a la desestabilización terrorista. Para avanzar hacia la conquista de esa seguridad que sólo la madurez democrática ofrece es preciso, sin embargo, que la lucha contra la violencia y la inseguridad ciudadana, lejos de promover en la sociedad los reflejos de cobardía colectiva típicos de los sistemas autoritarios, marche al mismo paso que el reforzamiento de las pautas de comportamiento cívico basadas en el respeto a las libertades y los derechos humanos.

La inercia criminal de ETA Militar, cuya única seña de identidad es la violencia, puede prolongar indefinidamente la lenta agonía de una organización prisionera del irracionalismo y el voluntarismo que se resiste a desaparecer y que aspira a vengarse de su irremediable fracaso con un sangriento coletazo final. Los factores operantes que ayudan a mantener vivo el rescoldo del respaldo social a ETA Militar continúan siendo la manipulada invocación a los presos (realizada por quienes hacen inviables las medidas de gracia que podrían liberarles) y las eventuales infracciones de los principios constitucionales cometidas en la persecución de los terroristas y de sus cómplices.

El fortalecimiento de la colaboración francesa continúa siendo una condición necesaria, aunque no suficiente, para enfrentarse con los últimos coletazos de la violencia terrorista. Pese a la monstruosa. brutalidad de los crímenes de ETA Militar, dirigidos a suscitar ciegas reacciones emocionales en los responsables y los agentes de los cuerpos de seguridad, sólo el respeto de los principios fundacionales de las sociedades civilizadas permitirá el completo aislamiento social de los terroristas. El desbloqueo de las relaciones entre el Gobierno del Estado y el Gobierno vasco -patente en la última entrevista celebrada por Felipe González y José Antonio Ardanza- y los inequívocos pronunciamientos del PNV contra la violencia permiten concebir fundadas esperanzas en los resultados de la campaña -anunciada por las instituciones autonómicas- para lograr que la sociedad vasca tome plena conciencia de que el terrorismo amenaza a su propia supervivencia como pueblo. Y si el nacionalismo vasco moderado se moviliza resueltamente contra ETA y asume como un deber histórico la tarea de articular la contribución de la ciudadanía vasca a su erradicación, la consecuencia lógica sería que el Gobierno presidido por José Antonio Ardanza fuese también llamado a participar en la elaboración e instrumentación de esas soluciones políticas que deberían encuadrar las medidas policiales contra el terrorismo y que serían imprescindibles para conseguir la definitiva pacificación de Euskadi.

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