Madrid y Barcelona realizaron un partido vibrante
JOSÉ DAMIÁN GONZÁLEZ, Miguel Ángel González Suárez, portero, 37 años, 18 veces internacional, sólo 1,75 metros de estatura, conocido como El Gato en el vestuario madridista, acabó anoche de forma anticipada con la brillante temporada del Barcelona, en su semana negra tras ser eliminado por el Betis de la Copa del Rey. Anoche, en un partido vibrante, Madrid y Barcelona jugaron fuerte: se olvidaron de que el premio sólo era tener acceso a las semifinales de la Copa de la Liga.
El Barcelona volvió a confirmar sobre el Bernabéu que aquel equipo pobre de espíritu de los últimos 11 años pertenece ya a la historia. El Barça mandó durante gran parte del partido y sólo le faltó una chispa para haber sido igual al de la Liga. Le faltó, naturalmente, Bernd Schuster.
El Madrid tuvo una doble virtud: su capacidad de reacción y su lucha contra sí mismo. Porque el Madrid se asemejó anoche demasiado tiempo también al de la Liga. Por eso estaba derrotado a siete minutos del final.
Desde la perspectiva azulgrana sólo cabe una advertencia ya muy seria: sin su líder alemán, pasa de ser un tanque arrollador a, simplemente, que no es poco, un magnífico conjunto. Las virtudes de Calderé y la movilidad de Marcos no bastan en una medular que completan Sánchez y Víctor -un jugador con promedio de 15 faltas por partido-.Pero tiene mérito, mucho, que con esta línea tan alejada de exquisiteces técnicas este equipo cree las claras ocasiones de gol que tuvo ayer.
El director de la Guardia Civil, Sáenz de Santa María, que fuera capitán general de Cataluña y que es aficionado impenitente del fútbol, dio con otra clave. "Me da la impresión", dijo en el descanso, "que Hugo Sánchez le hace falta a los dos equipos". Porque ambos desperdiciaron sus oportunidades; dos muy blancas del Madrid, pero cuantitativamente siempre superiores las azulgrana. Y todo, porque el Butragueño de ayer, que sí podía haber marcado las distancias a favor del Madrid, no sólo se mostró falto de su más elogiada virtud, la picardía -envió fuera un balón solo ante Urruti en el minuto 21-, sino que contribuyó con sus desaciertos y balones al contrario a frenar la excelente salida madridista.
Así, Michel, que había comenzado en figura, se desinfló poco a poco hasta acabar inadvertido. Y el Madrid, que había arrancado con la impresión de superioridad a la que también contribuye, para bien y para mal, su otro alemán, Stielike, llegó al descanso agarrado al contrario, salvado por la campana.
La segunda parte resultó entretenida, con alternativas más claras. Juanito -salió, se llevó. una tarjeta, le perdonaron otra y marcó su penalti- y Gallego fallaron dos ocasiones clamorosas. Migueli, Archibald y un soberbio disparo de Calderé que pegó en el travesaño volvieron a dejar el sello azulgrana. Todos se habían olvidado de que el premio por la victoria consistía sólo en la posibilidad de llevarse a la chica más fea del baile, esa Copa de la Liga próxima a su defunción. Y todos acabaron rotos por el esfuerzo, en su lucha contra el anticipo de vacaciones. El veterano Miguel Ángel aún no las quiere.
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