El tío, el sobrino y el general
Quien a los 20 años no es comunista es que no tiene corazón y quien a los 40 no es de derechas es que no tiene cabeza. Es un viejo dicho, atrabiliario por supuesto, pero que encierra el germen de algunas verdades en el camino de perfección -o de imperfección- de los hombres y las mujeres, y que son de alguna manera aplicables a la biografía de Víctor Paz Estenssoro, uno de los padres, junto a Hernán Siles Zuazo y Juan Lechín, de la revolución socialista boliviana de 1952 -ni más ni menos que cuando le faltaban siete años a Fidel Castro para entrar en La Habana- y ahora por cuarta vez presidente constitucional de su país.Ciertamente no ha sido la última la mejor de sus elecciones y, presumiblemente, será la más amarga. Ha ganado legítimamente la presidencia tras una votación congresual -el sufragio de los diputados y los senadores- en la que su segunda minoría en votos populares ha resultado triunfante gracias al apoyo de los multidivididos partidos de la izquierda, que le odian sólo un poco menos de lo que le temen al general Bánzer (general golpista y el dictador más prolongado de la historia boliviana: 1971-1978) y que no le van a dar el respaldo a su gestión presidencial que antes le negaron a su campaña electoral.
El término empantanamiento fue acuñado por el periodista boliviano para definir el marasmo en el que caía el Estado tras unas elecciones en las que no existía una mayoría absoluta y cabían todas las componendas congresuales. En esta ocasión el empantanamiento se ha resuelto mediante el apoyo de unos partidos de izquierda reticentes al Movimiento Nacionalista Revolucionario Histórico (MNRH) de Paz Estenssoro, pero las cosas, en el fondo, han quedado como estaban, si no algo peor.
Las elecciones bolivianas del pasado 14 de julio se adelantaron en un año, y con casi dos de anticipación, para evitar una guerra civil, y bajo el amparo de la Iglesia católica... Y no han clarificado otra cosa que el derrumbe electoral del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierdas de Siles Zuazo y el irresistible ascenso del ex dictador general Bánzer, que obtuvo su primera mayoría en votos populares aun cuando sólo fuera por algo más de 37.00 sufragios.
Paz Estenssoro gobierna, así el país en doble minoría: carece de la mayoría de los votos ciudadanos y los sufragios congresuales recibidos no lo son por afinidad programática sino por enfrentamiento al banzerismo. Aun así, las cosas han variado ligeramente con relación a la verdaderamente empantanada presidencia de Siles Zuazo: éste gobernaba al país durante las noches y -permanente noctámbulo y ávido lector de EL PAIS- su ausencia aliviará a los corresponsales de Europa; el entreguismo y la blandura de Siles Zuazo -una persona humanamente entrañable, perteneciente a la raza de los presidentes que son incapaces de firmar una sentencia de muerte- ha logrado, y ése sea acaso uno de sus méritos mayores, descalificar al sindicalismo de la COB (Central Obrera Boliviana) y de los gremios unificados del campo, que han perdido crédito a fuer de prepotentes, avasalladores y maximalistas; y, finalmente, Juan Lechín, el viejo -que no anciano- aventurero de la revolución socialista y del sindicalismo bolivianos, no tiene las mismas relaciones con Siles que con Estenssoro: al primero le desprecia, le envidia y le odia; al segundo, además, le teme y le respeta.
Paz Estenssoro, el viejo líder radical girado por la bisagra de los años y la experiencia hacia el centro derecha, ha formado un Gobierno en el que se equilibran todas las tendencias de su partido y en el que no faltan -por la derecha- personajes impresentables, hasta para las Fuerzas Armadas, y que participaron del abyecto Gobierno narcotraficante del general García Meza.
Se estima en La Paz que el primer Gobierno de la cuarta presidencia de Estenssoro, precisamente por estar tan equitativamente repartido entre sus alas y dividido entre sí, es un Gabinete destinado a abrasarse a corto plazo y a permitir tiempo al presidente. Más interesante será la actitud inmediata del sobrino, Jaime Paz, líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), tercera fuerza política del país después del tío y del general, que ha posibilitado con sus votos la derrota de Bánzer tras coquetear con él. Jaime Paz, de 45 años, socialdemócrata, extremada y legítimamente oficioso, aspira a ser el Alan García boliviano y se encuentra entre la espada de su tío y la pared de Bánzer. El interés estratégico de su partido en crecimiento residía en que el general Bánzer hubiera ocupado la presidencia de la República y que la izquierda y hasta el centro derecha de su tío se sumieran tras la derrota en nuevas divisiones para dejar al MIR como la más sensata y consolidada fuerza de la oposición, presta para ocupar el poder en las próximas elecciones. No ha sido así, y por miedo a votar a Bánzer el sobrino ha tenido que apoyar al tío -con el que, por otra parte, mantiene escasas relaciones familiares-, con la profunda desgana que evidencian sus comunicados explicativos de que el MIR, para nada y pese a sus votos, se compromete con el nuevo Gobierno.
El general que descubrió la democracia cuando en 1978 otro general -Juan Pereda- le desalojó con lágrimas en los ojos del palacio Quemado aspira a ser el próximo presidente electo y ya es sin duda el jefe indiscutido de la oposición a Paz Estenssoro, con la fuerza moral añadida de su mayoría en votos populares.
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