El homenaje español a José Afonso
El escaso tratamiento informativo concedido por EL PAÍS (martes 3 de septiembre) al homenaje a José Afonso en Vigo podría ser interpretado, en el mejor de los casos, como resultado de la resaca vacacional de los periodistas del diario; sería peor incluirlo en esa estúpida actitud nacional de ignorancia hacia lo portugués. Tal vez no fue asumido todavía por el subconsciente colectivo que Portugal no esté ahora mismo negociando con Madrid traspasos de competencias contempladas en su correspondiente estatuto.José Afonso -lo dijo, con su vehemencia y verdad de niño, Paco Ibáñez en un programa de La clave-, si hubiera nacido en Estados Unidos, "sería como Bob Dylan". Pero es portugués. Y aquí se le conoce, sobre todo, por ser el autor de Grándola, la canción que los militares portugueses convirtieron en himno a la libertad cuando decidieron rebelarse -por una vez- a favor de su propio pueblo.
Pero, salvo en "círculos cultos", sigue en la penumbra su inmensidad poética, su sensibilidad de compositor, cantante e intérprete. Su ejemplo permanente de coherencia ideológica y su sentido de la ética le convierten a él mismo en una obra maestra.
Mientras tanto, en Setúbal, con una insidiosa, enfermedad que nace de sus propias raíces nerviosas, paralizándole los músculos de su cuerpo, se halla José Afonso. Él es víctima también de otra enfermedad, esta vez exógena, que pretende paralizar también su importancia histórica. El Gobierno de Soares proclama su solidaridad con Reagan y, coherentemente, se encarga, además, de tejer una cortina de silencio alrededor de un intelectual que golpea sin cesar las puertas de la mala conciencia recordando unos claveles en abril.
Pero ni la parálisis alcanza ni alcanzará nunca la lucidez del artista, ni su obra podrá ser jamás sepultada en el olvido. En cualquier caso, aun lejos de las academias e instituciones, toda ella, además de Grándola, seguirá sonando en los caminos de la libertad.-
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