Manuel Fraga Iribarne
se movió el pasado sábado en Oviedo en el segundo plano que se requiere en actos cuyos protagonistas son personalidades tan significadas como los Reyes de España, el heredero de la Corona y el presidente de Argentina. Un simple detalle evitó que la presencia fugaz del presidente de AP fuera tan discreta como él hubiera querido, pues se presentó provisto de la mullida almohada con la que aparentemente viaja. Con su funda de color marrón, la procuradora de los sueños del político se convirtió en los salones del hotel Reconquista en la protagonista insólita de las miradas de los reunidos para la ceremonia de entrega de los premios que llevan el nombre del Príncipe de Asturias. Otro personaje de la política, el ministro Javier Solana, tenía, en los mismos pasillos, una inquietud distinta a la del sueño: no parece estar satisfecho con su vestimenta pública, y quisiera corregirla. Le pidió consejo al asturiano Juan Cueto y a todo el mundo. Una cosa le inquietó: su traje cruzado era casi idéntico al solemne atuendo de Alfonsín. Luis Yáñez, secretario de Estado para la Cooperación Iberoamericana, podía tener preocupaciones similares por su vestimenta gris, pero un suceso le tenía divertido: recordaba con buen humor los chistes que se contaron en la mesa presidencial del almuerzo que presidieron los Reyes de España en La Granda antes del acto solemne del Campoamor. Estando allí Alfonsín, junto a los Reyes, no extrañó que algunos de los más sobresalientes chistes tuvieran protagonistas gallegos.
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