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Milenio

Manuel Vicent

En plena cultura de la imagen, occidente vivirá los próximos años contemplando cómo se desintegra la nariz del emperador. El morbo del SIDA, que la mente judeocristiana ha convertido en una prueba de la ira de Dios, ocupará también nuestros sueños, y al final del milenio, en las pantallas de televisión renacerán los antiguos leprosos, se exhibirán las secuelas de los modernos vicios y sobre una extensión de cuerpos corruptos se levantarán los últimos profetas vestidos con la verde túnica del cirujano para predicar el ascetismo con la voz ahuecada por la mascarilla. Hasta ahora la máxima conquista de esta civilización consistía en la hipocresía física, en la sonrisa falsa con dentadura postiza, en las prótesis de plástico casi humanistas y en no izar nunca la pernera del pantalón para mostrar la pústula a la tertulia. ¿No habíamos quedado en que lo nuestro era la fascinación? Los paneles que exhiben mórbidos objetos junto a un pubis difuminado, la tersa piel, de los licores, los gestos del cigarrillo, la nacarada superficie de las hembras, el diseño de una camisa unido a los deseos del corazón, el modo displicente e inimitable de, cerrar la puerta del coche como Bogart, el cálido sexo de las computadoras: en ese espejo combinado nos mirábamos y una figura narcisista se multiplicaba formando una red. Dinos, Señor, ¿quién ha pecado?En el Antiguo Testamento no existe el infierno. La culpa de los padres se castiga con la enfermedad, y ésta puede transmitirse a los hijos hasta la cuarta generación, que al parecer es la nuestra. En medio del romanticismo electrónico ha resurgido hoy aquel desierto de Judea donde se refugiaban los contaminados por el mal sagrado. El milenio se acaba. La cultura de la imagen nos meterá en casa los rostros de otros divos corroídos por el látigo de Dios y la carne de la droga despertará en nosotros el ansia de perdón. Entre dos pases de modelos las cámaras buscarán la nariz del emperador y después de apurar el último refresco nos obligarán a contabilizar sus células cancerosas. Los profetas se están calzando las sandalias. ¿No habíamos quedado que era de mal gusto hablar de enfermedades?

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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