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Tristeza de año nuevo

Fernando Savater

Los únicos sociólogos fiables son los niños. Sus comentarios sobre lo que pasa y lo que nos hacen pasar tienen la acuidad imberbe del perfecto desinterés, pero mejorado por una sana ignorancia de las categorías convencionales. Por eso aciertan casi siempre. El pasado 6 de diciembre, Día de la Constitución, en un programa televisual de sobremesa aparecieron imágenes y opiniones de un grupo de alumnos de cierto colegio madrileño. En el momento en que las cámaras le enfocaban, uno de ellos, de unos 10 años, saludó fieramente con el brazo en alto en el más puro estilo fascista, y otro compañero, de su misma edad, me comentaba "Es que es muy de izquierdas". Admitamos que el diagnóstico es verosímil. Para el alma recta y común, que es la que vale, ser de izquierdas es ser rebelde, no seguir el juego se juegue a. lo que se juegue. Si ahora la docilidad edificante es democrática, a quien haya nacido para la izquierda va a terminar no quedándole otra vía para la insurgencia intuitiva que el saludo a la romana."Cuando fue incluido en las antologías literarias de bachillerato, el añorado Cocteau se quejó sutilmente: "Ahora los adolescentes me odiarán; o, aún peor, quizá me respeten". Desde que la democracia, ayer aspiración subversiva, es cifra del orden establecido y asignatura obligatoria siento la misma inquietud que el poeta de Les enfants terribles: temo que los jóvenes la odien, no tanto por lo que puede llegar a ser, sino por lo que hoy parece; pero aun peor sena que la respetasen, a la gran irreverente, a la protestona desvergonzada, a ese derecho universal a disentir y cuestionar lo vigente. Francamente, no me atrevería a decir que quienes se aprenden de memoria los artículos de la Constitución capten mejor lo satánicamente Ubre -en el sentido miltoniano- de la democracia que el miniprovocador del brazo en alto.

Mientras para unos ser demócrata viene reduciéndose a cumplir las actuales directrices, otros redescubren la rebelión truculenta del romper la baraja como vía disparatada para llegar a jugar todos. En ambos casos pesa sobre todo el "¡vivan los míos!" y el aquí mando yo", junto al "te vas a enterar", por lo que cualquier espontáneo disidente juvenil incurrirá en la tentación de adoptar a la contra el mismo talante. Mal momento -si es que alguna vez lo hubo bueno- para los partidarios de una cordura democrática que no sea simple conformismo. Tomemos como ejemplo el caso Zabalza, que a cada cual le ha servido para refrendar triunfalmente el dogma de que se alimenta. Barrionuevo, ministro de un Interior entendido como Vuera de aquí", ha encontrado en él la prueba de que en este mundo no cuentan más opiniones que las de la Guardia Civil y las de ETA. Txomin Ziluaga halla la ocasión de una parábola: "Si Zabalza, al huir, llega a matar a dos guardias civiles, nosotros le hubiéramos echado la culpa a la Guardia Civil y no a él". Gracias por esta aclaración de -tamboril: ahora que nos la legitime teóricamente el del clarinete. Y ETA, por su parte, liquida a otro de los generales de su lista en nombre de los derechos humanos. A uno no le queda mucho donde elegir si le ponen entre los que se encogen de hombros ante el cadáver del río diciendo "algo habrá hecho" y los que zanjan la cuestión pidiendo a grito pelado garrote vil para la Guardia Civil.

Perdonen, pero es la acedía del año nuevo. "¿Acaso los tiranos no podrán ser vencidos más que por los tiranos?", se preguntaba el Childe Harold de Byron. La respuesta es: claro que no. Por eso la tortura -que es terrorista- no podrá acabar de veras con el terrorismo; por eso el terrorismo -que es de pendencia brutal y fanática no podrá ser origen de ninguna autodeterminación auténtica; por eso la preparación de la guerra que es ya la parte me nos noble de la guerra misma no fundamentará ninguna forma de paz, etcétera. Pero ¿cómo convencer a esos jóvenes cuya vocación es oponerse de que la democracia no. es la reverencia timorata a un código, sino la activa disposición de enfrentarse tanto a los tiranos como a los tiranos que quieren ,vencer a los tiranos? Aunque quizá en intentar convencer esté precisamente el mal. ¡Qué fatiga.!Llamamos luna nueva a un fantasma lunar casi borrado: a mí este año nuevo me parece también desvanecido y fantasmal, indeciso, agobiante, estérilmente triste. Voy a esperar lo menos una semana antes de volver a indignarme o ilusionar me con cualquier cosa...-

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