Terror
En Italia se reflexiona constantemente sobre la crisis del Estado y se constata que los centros de poder actúan directamente sobre la sociedad pasando por encima de los insuficientes instrumentos estatales. La economía sumergida burla la lógica del Estado asistencial, alivia la asfixia del mercado de trabajo pero a costa de prescindir de las conquistas del movimiento obrero a lo largo de más de un siglo de lucha organizada. Desde la sublegalidad se dirige el mercado de trabajo y desde la sublegalidad se crean tramas de poder económico y político que prescinden de los filtros orgánicos de la democracia formal. La única sanción moral para tanta sublegalidad es o el éxito o el fracaso, y uno y otro dependen del ocultismo. El fracaso del poder subterráneo es que aparezca a la luz, y ahí se demuestra que la opinión pública es el único elemento, disuasor frente a ese juego complementario del poder legal y del ¡legal. El poder legal sólo arremete contra el ilegal cuando se convierte en un dato de opinión pública. Si no es así, deja hacer, deja pasar.Comprobar esta evidencia nos instala en el terror y en la inseguridad individual y colectiva. Sindona fue un gánster tolerado cuando no era pública su condición de gánster. Una vez evidenciado, Sindona se convirtió en un gánster intolerable como síntoma de un gansterismo oculto y estable. El banquero asesino ha sido liquidado cuando al parecer estaba protegido por el Estado. ¿Qué interés podía tener el Estado en proteger una prueba evidente de su complicidad o de su fracaso? Siguen sin descubrirse los pasadizos secretos que unen el poder sublegal con el poder legal. Nada se sabe sobre la cúpula política de superficie que corona la catedral sumergida de la Mafia, y aún menos sobre los valedores legales de la P-2 y todo lo que le cuelga, nacional e internacionalmente. Resulta inexplicable que un Estado moderno, tan dotado para el control de la ciudadanía, ignore desintencionadamente la existencia de poderes paralelos. Si los ignora es porque los necesita, de la misma manera que allí donde no llega la policía llega la policía paralela. O el caos organizado o el caos desorganizado. Parece ser ésta la cuestión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.