Objetivo, Gaddafi
La venganza del presidente Reagan sobre "un perro rabioso"
Ronald Reagan ha decidido atacar a Muammar el Gaddafi porque cree llegado el momento de desquitarse de las acciones terroristas padecidas por Estados Unidos. Con toda seguridad, no es Libia el centro del terrorismo mundial, pero, además de ser el país que más explícitamente ha apoyado tales actividades, es el militarmente más débil y el políticamente más aislado. Los flecos del atentado contra la discoteca de Berlín Oeste han permitido atar los cabos para cerrar el cerco sobre Gaddafi, calificado de "perro rabioso" por Reagan. Los riesgos son altos -la eventual represalia libia, la reacción soviética, la potenciación de la solidaridad árabe-, pero se ha optado por la acción. Europa no comparte los puntos de vista de Washington, que teme una sangrienta escalada terrorista.
El mundo ha contemplado algo que no había visto antes: la fuerza naval de EE UU ha tomado posiciones para que el comandante en jefe pudiera tener opción a castigar militarmente a otra nación por prestar su apoyo al terrorismo internacional. A medida que los aliados de Europa Occidental se inquietaban por las consecuencias de tal acción, y mientras los líderes del Congreso y del Senado estadounidense no mostraban su apoyo explícito a esta medida a la espera de ser consultados de acuerdo con la Ley sobre Poderes de Guerra, los pilotos de los F-18A Hornet y de los A-7E Corsair estaban preparados para recibir la orden, si ésta se producía, de atacar y destruir los aeropuertos libios, las estaciones de radar, las instalaciones de misiles soviéticos y los campos de entrenamiento de terroristas.La falta de detalles sobre las operaciones propuestas hizo que se produjeran presiones del Consejo de Seguridad Nacional para retrasar estas medidas. Por otra parte, el almirante William Crowe, jefe del Estado Mayor Conjunto, mostraba su preocupación porque se necesitaban más fuerzas, mientras que la CIA necesitaba sacar previamente de, Libia. a algunos de sus agentes más importantes. Pero los mayores problemas eran de naturaleza política: Reagan y sus consejeros se encontraban atrapados entre su deseo inmediato de atacar a Libia como habían dicho que lo harían y una, mayor conciencia de los costes y riesgos de una aventura de estas características.
Instigadores terroristas
El errático líder libio puede no ser el gobernante mundial más efectivo en cuanto a incitaciones a acciones terroristas se refiere. Irán o Siria parecen haber sido los instigadores fundamentales de una larga lista de atrocidades: son responsables especialmente de las bombas que mataron a 250 soldados norteamericanos en Líbano en 1983 y 1984. Pero Gaddafi ha sido el más explícito en su apoyo a terroristas, ofreciendo dinero, armas, entrenamiento y refugio a diversos grupos de todo el mundo. Él ha sido quien ha pronunciado los más inflamados llamamientos públicos para que se ataquen los intereses de los Estados Unidos. Él es quien ríe insolentemente ante la sangre y la muerte. Pero ocurre que es el más débil desde el punto de vista militar y el más aislado políticamente de los líderes mundiales sospechosos de estar implicados en acciones terroristas, has ta el punto de que es ignorado por algunos de los dirigentes árabes y contemplado con intranquilidad por sus amigos soviéticos. Según las más recientes investigaciones electrónicas llevadas a cabo por Estados Unidos, Gaddafi ha estado planeando llevar a cabo más acciones terroristas. Ha ordenado a agentes libios así como a sus aliados palestinos "producir el más grave daño posible a los ciudadanos estadounidenses y occidentales". Un alto funcionario confirmó a Time la semana pasada que "este mensaje, enviado desde Trípoli y respaldado con la autoridad de Gaddafi, subraya la existencia de planes para llevar adelante algo más que ataques terroristas". El mismo funcionario declaraba que hay evidencia sólida de que Gaddafi está'intentando comprar a los seis rehenes norteamericanos en poder de los terroristas de Hezbollah (Partido de Dios) en Líbano. Gaddafi pretende pagar 100 millones de dólares por la custodia de estos rehenes y otros 50 millones de dólares por los siete franceses también secuestrados.
Durante mucho tiempo, Gaddafi ha aparecido como el objetivo más claro en el caso de que la Administración de Ronald Reagan si guiese la línea de pensamiento del secretario de Estado, George Shultz: en algún momento, y de al guna manera, Estados Unidos va a desquitarse por estos ataques te rroristas. Shultz ha declarado: "Cualquiera que sea el compromiso de Gaddafi con el terrorismo, o cualesquiera que sean las implicaciones relativas a la libertad de navegación, el líder libio está, equivocado. Si se deja a la gente seguir adelante con asesinatos, al final uno acaba siendo asesinado".
Hasta ahora, siempre había habido un hecho que había obligado a EE UU a no devolver el golpe contra el terrorismo de Gaddafi. La Administración Reagan estaba segura de poder justificar una acción así ante la opinión pública norteamericana y aliada, pero sólo si tenía pruebas fehacientes para hacer a Libia responsable de un acto terrorista concreto.
Poco después del atentado en la discoteca La Belle de Berlín Occidental, que provocó la muerte cW un soldado norteamericano y una mujer turca e hirió a otras 230 personas, entre ellas 79 norteamericanos, en medios estadounidenses'se afirmaba con fuerza que esta vez tenían a Gaddafi contra las cuerdas. Así, el jefe supremo de la OTAN en Europa, general Ber nard Rogers, declaraba en Atlanta (Georgia) que había "pruebas indiscutibles" de que la bomba había sido puesta por la red terrorista libia. Aunque no se ha hecho público hasta ahora, las pruebas consis tían en la interceptación de una se ríe de mensajes enviados desde Trípoli a la Oficina Popular (como Libia define a sus embajadas) en Berlín Este. Uno de los mensajes enviado pocas horas después de la explosión, felicitaba a la Oficina Popular berlinesa por un trabajo bien hecho.
Correr riesgos
En Washington no había dudas sobre la autoría. La cuestión era más bien si la Administración estaba preparada para correr los riesgos de una respuesta unilateral contundente a este acto terrorista. Tales riesgos eran evidentes y serios. Algunos pilotos norteamericanos y otras personas podrían morir en los bombardeos que se estaban considerando.
Incluso un ataque militar quizá no sería bastante como para detener o frenar los propósitos terroristas de Gaddafi. Bien al contrario, una acción así podría intensificar estas acciones, como parecía demostrarlo la actitud libia tras los enfrentamientos del golfo de Sirte. ¿Sería Gaddafi capaz incluso de llevar a cabo ataques terroristas en el territorio de Estados Unidos como había amenazado con tanta frecuencia?
No puede, descartarse incluso, aunque parezca altamente improbable, un enfrentamiento con los soviéticos, aliados de Gaddafi. Los técnicos soviéticos fueron prudentemente trasladados cuando los misiles norteamericanos alcanzaron los radar antiaéreos hace tres semanas, pero existe la posibilidad de que puedan morir en otro ataque. Sin embargo, los soviéticos parecen estar tan deconcertados como los demás sobre qué puede suceder y qué es lo que deben hacer, si es que pueden hacer algo. "No ha habido garan tías sobre si va a haber o no una respuesta por parte de la Unión Soviética", declaró Valeri Sujin portavoz del ministro de Asuntos Exteriores, el pasado fin de semana. Georgi Arbatov, consejero del Kremlin en Asuntos Norteamericanos, en una declaración a la televisión estadounidense aseguró que Moscú no tenía la intención de defender a Gaddafi contra Estados Unidos y añadió que el dirigente libio no siempre decía la verdad.
En la conferencia de prensa del pasado miércoles, ante la petición directa de que confirmara o n-gara si había tomado ya la decisión de responder militarmente, el presidente Reagan se mostró visiblemente incómodo y contestó: "Creo que sería como hablar de planes de batalla o algo así. Ésta es una pregunta que considero que no debo responder".,
De hecho, aquella mañana, el presidente había aprobado una resolución provisional para llevar a cabo un ataque. La decisión fue tomada por el Consejo de Seguridad Nacional reunido en, el Despacho Oval, que no contó con la asistencia del vicepresidente, George Bush, y del secretario de Defensa, Caspar Weinberger, ya que ambos se encontraban de viaje. El Consejo Nacional de Seguridad estudió las pruebas sobre el atentado a la discoteca de Berlín y los mensajes interceptados que indicaban que Gaddafi prepara una nueva ola de atentados terroristas
Mientras, el general Vernon Walters, actual embajador de Estados Unidos ante la ONU, comenzaba una gira por al menos cuatro capitales de Europa Occidental. "Básicamente queremos decir a nuestros aliados dónde estamos y qué podría ocurrir", dijo un funcionario. La respuesta europea al e eventual ataque aúrte americano contra Libia había sido de recelo, con la excepción del Reino Unido. Aunque poco satisfecha ante la eventualidad de ver un enfrentamiento militar, Londres manifestó que aprobaría cualquier acción norteamericana que pudiera ser presentada como un acto de autodefensa y fuentes oficiales manifestaron que la represalia por el atentado a la discoteaca cumplía los requisitos.
Nadie pretende sin embargo que con sólo una respuesta militar pueda acabarse con el terrorismo. Un ataque contra Libia podría frenar un poco las acciones terroristas patrocinadas por Siria, Irán o Yemen del Sur, por no mencionar los innumerables grupos que operan más allá del control de cualquier Gobierno. Y Gaddafi ¿va a, quedarse tan tranquilo? Los europeos se temen todo lo contrario. Están convencidos de que un ataque norteamericano forzaría incluso a los dirigentes conservadores árabes, que odian y temen al dictador libio, a abrazar públicamente su causa. Están más preocupados por alimentar los sentimientos antinorte americanos de los jóvenes de Oriente Medio, ya. inclinados hacia el extremismo.
Temor a una escalada
Lo que la mayoría de los europeos teme es que se produzca una sangrienta escalada de violencia terrorista tras los ataques norteamericanos; que, como réplica, el terrorismo cobre fuerza y se desencadenen más acciones de. represalia. Bajo su punto de vista, y el de muchos expertos norteamericanos, debería acompañarse una política antiterrorista con esfuerzos diplomáticos concertados que ofrezcan algunas soluciones al conflicto árabe-israelí, la cuestión palestina y otras arraigadas causas de tensión en Oriente Medio. En cuanto a la Administración Reagan, ha hecho poco, si es que ha hecho algo, por vigorizar el estancado proceso de pacificación.
El ciclo terrorista no puede romperse sin adoptar una actividad policial más efectiva: mejor información sobre los grupos extremistas, vigilancia intensiva de sus movimientos, infiltración en las células terroristas. Este tipo de métodos tardan demasiado tiempo en ser efectivos, y mientras tanto, los ataques asesinos continúan. Pero tales métodos a veces dan su fruto, como testimonia la lucha de Italia contra las Brigadas Rojas y la de la RFA contra la antaño temible banda Baader-Meinhof. El presidente Reagan declaró en conferencia de prensa: "Durante el año pasado, nuestros servicios de inteligencia, en cooperación con nuestros aliados, lograron abortar 126 proyectos de atentados terroristas que nunca llegaron a llevarse a cabo".
No obstante, estas acciones norteamericanas muestran claramente que la Administración de Reagan, encabezada por Shultz y otros, cree firmemente que las represalias militares'deben jugar un mayor papel en la guerra no declarada contra el terrorismo. Por eso, Muanimar el Gaddafi se vuelve a encontrar en el punto de mira de la VI Flota.
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