La razón no debe claudicar
El líder libio, Muammar el Gaddafi, es un idealista extraviado, y el presidente de EE UU, Ronald Reagan, un moralista, pero los Gobiernos europeos deben ser más realistas. Tal es la conclusión de este artículo, en el que el ex canciller socialdemócrata de la República Federal de Alemania hace un amplio balance de las implicaciones libias con el terrorismo internacional, a la vez que analiza el bombardeo de Libia desde el punto de vista de los intereses europeos.
La solidaridad de los aliados está en peligro. Es cierto que el terrorismo que traspasa fronteras no plantea necesariamente un caso de ayuda mutua tal como estipula el Pacto Atlántico. Pero si se produce una escalada, sí que puede darse un caso así. Entramos en una fase peligrosa, en una situación de consultas insuficientes, acuerdos insuficientes sobre objetivos y medios y de colaboración insuficiente: ¿ha claudicado la razón del espíritu comunitario?En el año 1969 un golpe de Estado militar, encabezado por el coronel Gaddafi, derrocó al rey Idris de Libia. Desde entonces, este país del desierto, pequeño pero rico gracias al petróleo, ha sido una constante fuente: de perturbación política y de conflictos armados en los territorios de otros países, en Tchad, en Sudán y en otros. Es más, no hay duda alguna sobre la intervención del jefe del Estado libio en la preparación y financiación de numerosos actos terroristas en otros países. En abril de 1984 funcionarios de la Embajada libia en Londres abrieron fuego sobre un grupo de manifestantes disparando desde la sede de la delegación y mataron a una joven policía.
Hace unas semanas una bomba colocada en la discoteca de Berlín Occidental La Belle, costó la vida a dos personas, entre ellas, un soldado americano. Los heridos fueron 230, 60 de ellos, soldados americanos. No obstante, sólo según las declaraciones americanas parece indudable que el ataque fue planificado por instancias libias; los organismos alemanes creen que los indicios existentes son sólo insuficientes. Pero este atentado no fue más que el último empujón que acabó con la paciencia americana.
Otros Gobiernos ya habían sacado otras consecuencias. Así, yo, en mi caso, por ejemplo, evité todo contacto con el coronel Gaddafi. En esto fue decisivo para mí el juicio de Anuar el Sadat: "He is a mental case" (Un caso de psiquiatría). Y: "Si no en la cárcel, al menos debería estar en el hospital. Yo sé que pretende atentar contra mi vida". Yo me fiaba de Sadat; era amigo mío. Unos años después de estas palabras, que volvió a repetir una vez más, fue asesinado.
Posteriormente yo desaconsejé a empresas alemanas que trabajaran con Libia, pero no pensé si quiera en la posibilidad de un boicoteo. El Gobierno que yo dirigía tampoco participó en boicoteos a la Unión Soviética, a Irán o a Polonia.
Nosotros más bien desaconsejamos a otros Gobiernos acciones así, porque su inutilidad era previsible. No hay nada que reprochar en que tampoco esta vez el Gobiemo de la República Federal de Alemania, junto con los Gobiernos europeos, no fuera proclive al principio de ejercer sanciones económicas.
Pero, frente a la intención americana de llevar a cabo un ataque militar aquel fin de semana, ¿qué opción deberíamos haber ofrecido o propuesto nosotros los europeos? El paso de los americanos por la zona de las 200 millas marítimas que, en contra del derecho de gentes, Gaddafi considera suyas, era legítimo desde el punto de vista del derecho de gentes. Si los Estados empezaran a ampliar por su cuenta su zona de soberanía a 200 millas marítimas dejaría de haber mares accesibles para todos, ni el mar Negro, ni el Egeo, ni el Adriático, ni el Báltico, ni el Caribe.
¿Pero está justificado el bombardeo de la noche del martes? Y si lo está, ¿fue inteligente? ¿Qué pasa si de ahí resulta una guerra? ¿Se ha pensado en los posibles efectos sobre los demás conflictos de Oriente Medio y Próximo, de Afganistán, de Irán, de Irak, de Siria, de Líbano, de Israel, de Sudán? ¿Cómo reaccionaría Moscú si perdiera la vida alguno de los soldados soviéticos que se encuentran en Libia como asesores militares enseñando a los soldados libios el manejo de las armas soviéticas?
Teletipos directos
Cabe suponer que los teletipos directos entre la Casa Blanca y el Kremlin llevan días usándose constantemente. Pero este caso no es comparable a la crisis cubana de los misiles de 1962. Entonces, una de las grandes potencias nucleares amenazaba a la otra al instalar sus misiles nucleares a la puerta de su casa y entonces había una solidaridad natural -con el presidente De Gaulle a la cabeza- de los aliados europeos con J. F. Kennedy. Hoy en día los europeos vacilan. Exceptuando Londres, han desaconsejado la acción y algunos han prohibido el uso de su espacio aéreo a los aviones americanos atacantes.
En los últimos años los Gobiernos de Europa occidental han ido renunciando paulatinamente a su influencia en la Alianza. En las negociaciones ginebrinas de limitación de armamento sobre misiles de alcance medio, el rechazo americano de la fórmula del paseo por el bosque tuvo lugar en 1982 sin conocimiento ni intervención de los aliados. Pero lo aceptaron. El anuncio estadounidense de un cambio completo de la estrategia de la Alianza por medio de la Iniciativa de Defensa Extratégica (IDE) tuvo lugar en 1983 sin conocimiento ni intervención de los aliados. Pero lo aceptaron, y en parte incluso pugnaron posteriormente por legitimar esta decisión unilateral. Washington se ha acostumbrado a que los europeos renuncien a defender sus intereses. El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Genscher, aún se encontraba en ruta hacia Washington cuando la VI Flota atacó en la madrugada del martes.
Reagan devuelve serenidad
Reagan ha devuelto a la nación americana la seguridad en sí misma que le era propia antes de Vietnam, de Watergate y del fracasado ataque de Carter en Irán. Es un gran logro. Pero a la vez se ha despertado de nuevo la actividad del rigorismo moral americano en la política mundial, que tantas veces caracterizó al país a lo largo de su historia.
Actúa con esa arrogancia de poder que James Fulbright ya diagnosticó hace 20 años. Cuando la. conciencia de superioridad moral, se une a la de superioridad de poder, la razón política puede verse: arrinconada.
La calificación de Gaddafi como mad dog -perro rabioso- por parte de Reagan estaba destinada a los televidentes americanos. Su efecto sobre la opinión pública europea no fue tan estimulante. Con el terrorismo interna.cional nosotros los europeos tenemos una experiencia mucho mayor y mucho más larga que Estados Unidos.
Actualmente muchas personas en Europa tienen miedo a las consecuencias de la escalada por ellos temida. Al fin y al cabo, viven en una región del mundo que está directamente amenazada por los posibles nuevos peligros. En California, en Texas o en Georgia habrá muchos que sientan la tentación de despreciar este miedo como cobardía: "Los europeos se inhiben, así que sólo nosotros los americanos tenemos que preocuparnos por asegurar la paz".
Es obvio que en las capitales europeas se ha menospreciado la voluntad de Reagan de actuar por motivos como esos. Además, Europa carece de liderazgo. Probablemente hubiera sido acertado retirar de Libia a nuestras empresas y trabajadores, cerrar las embajadas de Libia (oficinas populares) y no comprar más petróleo a Libia (puesto que en los mercados mundiales se ofrece petróleo más que suficiente). Apoyados en eso, los europeos hubieran podido conseguir en Washington un efecto de palanca.
Todavía no es demasiado tarde. Quien en Madrid, Roma, París, Bonn u otra parte se comporte como Gobierno europeo sólo según el lema de que la tranquilidad es la primera obligación ciudadana, o confíe en que las únicas barbas peladas sean las del vecino, renunciará a la razón política y se expondrá a acontecimientos futuros en los que ya no podrá influir. Se impone una reflexión fría sobre la situación, sus riesgos y sus oportunidades -y una actuación conjunta sobre esta base. Porque están en juego intereses europeos comunes- Sí, ¡la paz en Europa!
Gaddafi es un idealista extraviado, que, desesperado por el rechazo de sus ideales en el resto del mundo, hace tiempo que recurre con frecuencia a actos violentos. Reagan es un moralista. Que los Gobiernos de Europa hagan el favor de ser realistas.
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