La "cumbre': más palabras que hechos
Los dirigentes del mundo industrializado se han ganado sólo una parte de las felicitaciones que se han atribuido a sí mismos al final de la reunión de Tokio. Su comunicado rebosaba de promesas para armonizar las políticas económicas. Sin embargo, apenas aludía al hecho de que, precisamente ahora, Estados Unidos, Japón y, Alemania Occidental están en desacuerdo sobre lo que cada uno de estos países debe hacer en un futuro próximo. No puede decirse que esto sea un comienzo prometedor.(...) En el mundo real, los problemas continúan, y el más grave de ellos es del comercio internacional. En este punto, la actuación de Tokio consistió más en palabras que en hechos.
América tiene un enorme déficit comercial, debido en gran parte a que el déficit presupuestario de Reagan elevó el valor del dólar por las nubes. Japón y Alemania Occidental tienen grandes excedentes porque sus productos son cada vez más competitivos a medida que el precio del dólar aumenta. Al final, los Gobiernos colaboraron a fin de que el dólar bajara. Ahora, los exportadores japoneses quieren cambiar la tendencia para que no baje más. De momento, a Washington no le interesa este cambio de tendencia (...)
La Administración estadounidense dice que Japón y Alemania deberían contribuir a la economía mundial, ayudándose también a sí mismos, mediante el estímulo de sus economías. Pero ambos países se resisten a que les digan lo que tienen que hacer, con tanta tozudez como Reagan se ha estado resistiendo durante años a la presión exterior para que recortara el inmenso déficit estadounidense.
La reunión de Tokio también ha sido una desilusión respecto de otro aspecto del problema comercial: una nueva ronda de negociaciones globales para, reducir las barreras comerciales. Los siete dirigentes se han comprometido a negociar, pero por dos años consecutivos Reagan no ha conseguido que dijeran cuándo. Además el compromiso no incluye a los productos agrícolas, a pesar de que Washington y la Comunidad Europea están a punto de llegar a una guerra económica por, este asunto.
Nadie esperaba que en tres días los siete dirigentes trazarían un nuevo orden mundial mejor, de lo que han conseguido en cumbres anteriores. El compromiso de esta vez para trabajar juntos más estrechamente y con más frecuencia no es la brecha histórica que reclama la Administración estadounidense, pues ya se ha dado antes. El auténtico valor de estas reuniones consiste en centrar la atención de los responsables de la política industrial mundial en su interdependencia económica. Puede que las reuniones en la cumbre contengan más palabras que hechos, pero esto es mejor que nada. Ahora, las promesas de su armonioso manifiesto se medirán por los hechos.
8 de mayo
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