Amargura de Norah
Norah Borges de Torre, hermana de Jorge Luis Borges y afamada pintora, publicaba ayer una carta al director del diario porteño La Nación transpirando su amargura fraternal. "Me he enterado por los diarios", escribe, "que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos amigos, de una enfermedad terrible que no sabíamos que tuviera. Me extraña mucho que su última voluntad fuera ser enterrado ahí, ya que siempre quiso estar con los antepasados y con nuestra madre en La Recoleta [el cementerio ilustre de Buenos Aires]".De una manera directamente indirecta la única hermana de Borges acude al despellejamiento generalizado que se está haciendo de María Kodama, la nipona-argentina que le acompañó en sus últimos años y su teórica viuda y heredera universal. La esposa de Borges, con la que apenas convivió, de la que estaba separado, guarda un respetuoso silencio y no aspira a pleitear por la herencia del escritor.
No es el caso de la hermana y de sus sobrinos, que se consideran desheredados no sólo de los caudalosos derechos de autor de Borges -extensibles a dos generaciones- sino hasta de los bienes de la madre bajo condominio del escritor y su hermana. En esta sórdida historia post-mortem María Kodama aparece como la advenediza que secuestró la voluntad del gran hombre de letras en las postrimerías de su existencia.
Fanny, la mucama de toda la vida de Jorge Luis Borges -30 años sirviéndole, enfermera, administradora, recadera, casi una madre sustituta o acaso una amante de entrecasa- ha fustigado domésticarnente a la Kodama. Sólo visitaba a Borges -ha declarado- tres días por semana y de cinco a nueve. A tenor de las declaraciones de Fanny, Borges abominaba falsamente de las cenas que le elaboraba para forzar a María Kodarna a que le sacara a cenar y prolongar así su compañía en las noches.
Historias abyectas de la trastienda del corazón o de la soledad de la vejez que están sustituyendo al análisis o la honra de su obra y su memoria. Resulte como fuere el inevitable pleito sobre su sucesión legal, no es discutible el hecho de que Borges murió lúcido, deliberadamente alejado de su patria y su familia, testando a favor de la nipona-argentina, entregándose a ella y rompiendo -al fin- en la hora de su muerte las grapas edípicas que le sostenían obsesivamente al alma de su madre. No existe mejor testamento.
Babelia
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