Una central atómica, detonante de una crisis entre Hong Kong y Pekín
Más de un millón de personas de Hong Kong, antigua colonia británica que pasará a la soberanía de la República Popular China en 1997, han firmado una petición en contra de la construcción de una central nuclear en la bahía de Daya, en territorio chino, por temor a los riesgos de contaminación nuclear sobre Hong Kong en caso de accidente. China sigue adelante con este proyecto, que ha creado la mayor crisis entre Hong Kong y Pekín desde la época de la firma de los acuerdos sobre el futuro de la colonia, según los observadores. Un 72% de la población de Hong Kong está contra la central, según una reciente encuesta.
Durante siete años, Pekín trabajó conjuntamente con Francia, el Reino Unido y Hong Kong para la construcción cle una central nuclear en la bahía de Daya, situada a unos 50 kilómetros al noreste de Hong Kong, para dotar a la zona de un potencial de 1.801) megavatios de energía eléctrica, destinada en su mayor parte -un 70%- a Hong Kong. El proyecto, valorado en 3.500 millones de dólares (unos 490.000 millones de pesetas), había pasado prácticamente inadvertido en los medios ecologistas e intelectuales de Hong Kong hasta que, hace unos meses, el accidente nuclear en la central soviética de Chernobil activó el timbre de alarma sobre los riesgos de la energía atómica. "El pueblo de Hong Kong, en su mayoría, dice no a la construcción de la central", afirma Huí Ching-hon, uno de los activistas que ha promovido la recogida de firmas contra la central.Hasta el momento sólo se ha firmado el acuerdo de intenciones entre China, Francia, el, Reino Unido y Hong Kong para la construcción de la central en la bahía de Daya. El acuerdo final debe firmarse antes de septiembre. Unas 100 organizaciones se han agrupado para oponerse al proyecto, en un movimiento que tiene muchas connotaciones políticas. "Aquí", dice un observador occidental con residencia en Hong Kong, "nadie se había preocupado de asuntos políticos hasta que se fijó la fecha tope de 1977 para la integración de Hong Kong en China bajo una fórmula que preservará la autonomía económica para Hong Kong durante un período de 30 años". Pero los acuerdos entre el Reino Unido y, China, que aún están por definir en sus detalles en cuanto, a las normas exactas que regirán para la población de Hong Kong, han estimulado el interés político de una población que teme por su futuro. El caso de la central de la bahía de Daya es sólo un ejempIo.
Después de la firma de los acuerdos entre Londres y Pekín, en 1984, Hong Kong sufrió una crisis de: confianza muy importante y algunas de las grandes compañías financieras con sede en la excolonia británica buscaron otros paraísos fiscales, como Singapur, para sus negocios. Hoy las aguas parecen haber vuelto a su cauce y en Hong Kong el capitalismo salvaje es más activo que nunca.
Los habitantes de Hong Kong, de origen chino en su mayoría, quieren definir unas reglas de juego claras antes de 1997, y piden que haya elecciones directas antes de 1991 para la formación del consejo legislativo que deberá regir los destinos de la región administrativa especial, denominación que China Popular dará a la ex colonia británica a partir de 1997. Pekín, por su parte, no parece ver con gran entusiasmo la formación de verdaderos partidos políticos en la ex colonia, aunque sí parece dispuesta a conservar sus peculiaridades capitalistas como puerta de acceso al desarrollo de la reforma y la modernización de China.
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