¿Sirve para algo el Estado
El autor analiza alarmado cómo se ha utilizado la última crisis económica para acosar, según él, al Estado, que se presenta como un ente inútil frente a los individuos. Se piensa, dice, en un Estado que ha de actuar sobre la sociedad de la misma forma que antes de la crisis. Es el síndrome del puente sobre el río Kwai porque se defiende lo hecho en el pasado. Las soluciones en países como España, donde los índices de bienestar social e igualitarismo son aún muy bajos, han de buscarse en conjunto, intentando combinar la superación de la crisis con el reparto de la riqueza y el equilibrio necesario de poderes.
A partir de la última crisis económica se ha desatado una campaña contra el Estado, procedente de los más distintos puntos de vista. Desde orígenes diversos han surgido voces que subrayan la inutilidad del Estado frente a la iniciativa individual. Ante este planteamiento podría no ser inútil romper una lanza por la idea de que para, la solución económica de esta crisis puede no ser cierto que tenga necesariamente que arriarse una de las banderas de la izquierda europea: la que cree que el Estado es un elemento fundamental de corrección de las desigualdades entre los ciudadanos. Simplificando, la del socialismo democrático.
1. ¿Por qué se produce este ataque al Estado?
a) Porque, ciertamente, en época de crisis profunda nadie tiene una receta única que solucione los problemas, y en esta situación es mejor la variedad de iniciativas y la flexibilidad de las respuestas en lugar de la concentración de las actuaciones en un solo punto: el Estado, por ejemplo.
b) Porque el Estado tiene el riesgo de incorporarse a la historia de los dinosaurios: más grande, más ineficaz e inadaptable.
c) Porque los individuos con poder económico e iniciativa tienen en las épocas de crisis la gran oportunidad de obtener y concentrar riqueza. La apuesta del capital puede ser mucho más rentable en las épocas de crisis, puesto que la prima de riesgo juega mucho más fuertemente.
d) Porque se ha encontrado una ocasión preciosa para reducir el papel del Estado. Es la ocasión de desmontar el único instrumento de poder de los que no tienen poder.
2. ¿Por qué no hay respuesta desde la izquierda?
a) Porque a muchos la crisis económica -cuando la riqueza no crece- les hace dudar de las recetas socialdemócratas, creyendo que socialdemocracia es sólo reparto de riqueza y no también reparto de poder.
b) Porque se sigue pensando en un Estado que tiene que actuar sobre la sociedad lo mismo que antes de la crisis y de la misma forma. Se cae en el síndrome del puente sobre el río Kwai. se defiende lo hecho en el pasado y cómo se ha hecho, aunque ello sea negativo para el progreso. No se pueden defender métodos de los años cuarenta para responder a los retos del Estado de los ochenta.
El peso del pasado
c) Porque los partidos progresistas se encuentran sin haber ultimado el análisis que el fin del comunismo significa para los países del sur de Europa, y los del norte de Europa sin capacidad de analizar qué significa bienestar en zonas de alto nivel de vida. Dudas ecologistas en el Norte (atención al congreso del SPD) y dudas socialdemócratas en el Sur podrían ser dos simplificaciones que reflejan el fenómeno.
3. ¿Qué puede hacerse?
a) Empezar por tomar posición ideológicamente ante el tema: en los próximos años la gran diferencia entre un progresista y un conservador va a ser básicamente una: el papel que se adjudique al Estado. Los que tienen capital no precisan del Estado, mientras que los que no tienen capital han de recuperar la idea de que sólo con un Estado fuerte tendrán algo. Hay que decir que el debate sobre la liberalización del Estado, si no se matiza, es un debate profundamente conservador: privatizar sin más favorece a los que tienen frente a los que no tienen. Hay que saber no sólo qué, sino cómo y dentro de qué alternativa.
b) Pero mucho cuidado: no se puede definir el papel del Estado de la misma forma que hasta antes de la crisis. Ni el Estado tiene que hacer las mismas cosas ni las tiene que hacer todas de la misma manera que antes. En estos momentos hay quien se considera progresista porque defiende actuaciones o instituciones del Estado que son de un pasado que terminó, cuando no de un pasado netamente fascista.
c) No olvidar que el debate sobre el Estado es doble: no se puede hablar sólo de economía; hay que hablar también de poder. Cuando el debate se centra sólo en el primer término puede resultar al final conservador, y cuando sólo en el segundo, dogmático y ruinoso; lo importante es mantener la discusión sobre los dos conceptos a la vez, ya que la salida de la crisis no es unívoca. La crisis no ha abierto sólo la duda de cómo se resuelve un problema económico, sino que -de una manera solapada- también ha puesto en marcha el debate sobre el poder.
4. ¿Qué puede hacerse en España? Si en alguna parte este debate sobre crisis económica y poder debe ser abierto en paralelo, ésa es la Europa del Sur. España aún no ha alcanzado los niveles adecuados de bienestar igualitario, ni los centros de poder tradicionales han sido equilibrados suficientemente.
¿Cómo salimos de la crisis? ¿Cómo repartimos la riqueza? ¿Cómo equilibramos los poderes (y no sólo los de Montesquieu)? Estas preguntas no las hemos contestado en el Sur, no las hemos contestado juntas en España; sólo hemos respondido a la primera.
es presidente de la Compañía Telefónica Nacional de España.
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