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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Qué hacer con el Senado

EL PRESIDENTE del Gobierno presentó ayer al Senado su nuevo Gabinete, tercero desde las elecciones de octubre de 1982, en un acto que se convirtió en un debate sobre el papel de la Cámara alta. Según declaró Felipe González, su presencia y la de su Gobierno constituían una manifestación de respeto y una muestra de su voluntad de cooperación con la misma.El-actual sistema bicameral instituido por la Constitución de 1978 rompe con el carácter cerrado y con la imagen de conservadurismo, consecuencia de su limitada representatividad popular, que tradicionalmente ha tenido el Senado en España. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para que el Senado de nuestros días se vea libre de críticas, centradas en la escasa eficacia derivada de su posición subordinada respecto al Congreso, tanto en lo que se refiere a las iniciativas en la acción legislativa como al control parlamentario de la actuación del Gobierno, y en la insuficiencia de su diseño constitucional como Cáanara de representación territorial -de las autonomías.Dentro de estas limitaciones legales, que sólo una reforma de la Constitución puede hacer desaparecer, el Senado actual tiene por delante, con todo, un relativamente amplio campo de actuaciones. El presidente del Gobierno ha señalado algunas de ellas, y como muestra de su voluntad de potenciar el papel del Senado, anunció que estaba dispuesto a que el debate sobre el estado de la nación se celebrase un año en el Congreso y otro en la Cámara alta.

Descontando su buena intención, la propuesta presidencial parece, cuando menos, ingenua. Porque si efectivamente el Senado se viera potenciado por un debate así -cosa harto dudosa-, la puesta en práctica de semejante medida derivaría automáticamente en una devaluación del Congreso de los Diputados. A éste, la Constitución siguie dándole un papel preeminente en el campo de la represeritatividad de la soberanía popular y en el control parlamentario de las actuaciones del Gobierno. Es en él Congreso de los Diputados donde se encuentran los principales líderes de los partidos políticos, como consecuencia precisamente del carácter constitucionalmente relevante de la Cámara baja. Y no es buen camino intentar potenciar una Cámara hurtando lo que le es propio a la otra. Si. además de todo se contempla la composición real del Senado y el Congreso, cabe la sospecha -que hemos de descartarde que el presidente del Gobierno prefiera debatir el estado de la nación consigo rriísino, y con nadie más, pues en la Cámara alta la mayoría absoluta del PSOE se ve harto potenciada y muchos de los partidos que se sientan en el Congreso no tienen ni grupo ni escaño en la plaza de la Marina.

Si el debate anual sobre el estado de la nación, por su propio carácter de acto de control de la política general del Gobierno, nunca debe sustraerse del ámbito del Congreso de los Diputados, sí pueden, por el contrario, potenciarse más en el Senado los debates generales de temas que le son propios en cuanto Cámara de representación territorial. La adecuación del Senado, aunque sea por la vía de las costumbres parlamentarias, a su misión programática de Cámara de las autonomías reportaría beneficios indudables en el debate que sobre el diseño del Estado mantienen de hecho todavía las fuerzas políticas de este país.

El presidente del Gobierno enumeró otras funciones susceptibles de realzar el papel del Senado, como la de ser foro político en el que las comunidades autónomas definan oficialmente su posición sobre temas concretos, la de dar orientaciones a muchos sectores de la actividad económica o a la propia política del Estado en la defensa de la paz y, finalmente, la de investigar asuntos relacionados con problemas no directamente políticos, pero de fuerte impacto en la sensibilidad social del país, como la incidencia de la drogadicción y otros. Nos parece bien. Se nos ocurre además alguna iniciativa no diricil de llevar a cabo y para lo que sólo es necesaria voluntad política: por ejemplo, la instauración de comisiones senatoriales de encuesta sobre temas candentes y preocupantes de la actualidad política, al estilo de lo que acontece en el Senado norteamericano.

El acto de ayer y otros parecidos celebrados en la anterior legislatura tienen el peligro de resultar vanos si los partidos y los grupos parlamentarios no están dispuestos a sacar el máximo partido de las funciones que la Constitución atribuye a la Cámara alta. Y hoy por hoy esta voluntad brilla por su ausencia. Huérfano de funciones, el Senado parece reducido a una especie de cementerio de elefantes o mecanismo de consuelo para políticos desplazados. No hay mejor manera de desacreditar una institución política que ésta.

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