Del cinismo al diálogo
LA NOTICIA de que los dos líderes máximos de EE UU y la URSS se reunirán los próximos días 11 y 12 de octubre en la capital de Islandia no ha sido del todo una sorpresa. Ya era patente la voluntad, tanto de Reagan como de Gorbachov, de celebrar un encuentro. El factor esencial que ha empujado a superar serios obstáculos en el camino de esa precumbre es la gravedad extrema del problema nuclear. La reunión de Reikiavik estará marcada, en una medida muy superior a las cumbres anteriores, por la necesidad de pasos concretos de control y reducción de los arsenales atómicos.La reunión del año pasado en Ginebra entre los dos interlocutores, que han de volver a encontrarse este mes, significó un relanzamiento de este tipo de contactos después de un largo paréntesis. Lo más importante de lo que allí sucedió fue la definición de un principio fundamental: "una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe librarse", por lo que ninguno de los dos países "buscará el logro de la superioridad militar". Sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo para frenar la carrera de los armamentos nucleares.
Es significativa la curva que han seguido las relaciones entre Moscú y Washington a lo largo de 1986; el empeoramiento empezó poco después de que desapareciesen de las pantallas de -televisión las sonrisas prodigadas a orillas del lago Leman. En marzo, Gorbachov propuso una reunión inmediata, en una capital europea, para considerar una moratoria de pruebas nucleares, lo que equivalía a poner en entredicho el acuerdo de celebrar en Washington la siguiente cumbre. Las declaraciones norteamericanas en el sentido de considerar caducos los tratados ABM y SALT II -los únicos que sirven de punto de referencia para una limitación de armamentos- provocaron reacciones airadas en Moscú. El mes de mayo fue el momento de máxima tensión. En el verano, unas reuniones informales y secretas entre los principales expertos de EE UU y la URSS pusieron de manifiesto posibles acercamientos sobre varios puntos importantes: una reducción radical de los misiles de alcance medio en Europa y asimismo en Asia; una reducción de las armas estratégicas; medidas de restricción encaminadas a una prohibición de las pruebas nucleares; prohibición de las armas químicas... El tema de la guerra de las galaxias, ligado estrechamente a la vigencia del tratado ABM, que prohíbe los misiles defensivos, ha sido abordado últimamente en un intercambio de cartas entre Gorbachov y Reagan; cartas no publicadas, pero algunas fuentes piensan que no cabe excluir una fórmula de aplazamiento que permita de momento seguir los tir abajos que están en marcha.
La convocatoria de Reikiavik -y el hecho mismo de que Reagan haya aceptado una reunión que modifica el compromiso previo de celebrar la segunda cumbre en Washington- indica que las posibilidades de ciertos acuerdos son reales, pero existen aún obstáculos muy serios. No puede sorprender que varias etapas sean aún precisas para materializar esos acuerdos. Las ideas para el tratado SALT II se empezaron a perfilar en la cumbre de VIadivostok entre Ford y Breznev en 1974; después de otra reunión de ambos en Helsinki, la firma tuvo lugar en 1979, en la reunión que Carter y Éreznev celebraron en Viena. Hablar de una precumbre en Reikiavik se justifica precisamente porque ha sido convocada con un carácter preparatorio, dejando para la cumbre de Washington la aprobación de eventuales acuerdos. Al adoptar este camino, Reagan acepta una tesis del líder soviético: la necesidad de que la próxima cumbre no sea solamente de ambiente, sino que logre acuerdos efectivos. A cambio, Reagan ha obtenido una reunión antes de las elecciones de noviembre, lo que permitirá mejorar la imagen del Partido Republicano.
La satisfacción por la celebración de una reunión encaminada a objetivos de desarme no puede disimular el disgusto que producen ciertos tratos e intercambios que han precedido al acuerdo sobre Reikiavik. Que se intercambien espías es una práctica ya normal; que puedan emigrar personas injustamente perseguidas en la URS S, como el científico Orlov, es un paso en la defensa de los derechos humanos y de quienes arriesgan la libertad y la vida por defenderlos. Pero los Gobiernos, en este caso, han provocado -o aceptado- hechos bochornosos; los soviéticos han detenido al periodista Daniloff para utilizarle como rehén y presionar sobre Washington. Es un precedente gravísimo. ¿Qué puede hacer la comunidad internacional si en adelante se generaliza la práctica de utilizar como rehenes a los corresponsales de Prensa? ¿Dónde queda el espíritu de los acuerdos de Helsink¡? Por otro lado, la farsa de la comparecencia de Zajarov ante un tribunal no deja precisamente en buen lugar a lajusticia de P-E UU. Tales procedimientos indican un preocupante clima de cinismo en el tratamiento de los problemas internacionales más delicados. Pero, en todo caso, la reunión de Reikiavik abre esperanzas de distensión y posibilidades de avances hacia el desarme nuclear, cuestión de interés vital para el mundo en general y para Europa en particular.
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