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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El peligro nuclear

HOY se inicia en Reikiavik, la capital de Islandia, la reunión del presidente norteamericano, Ronald Reagan, y del líder soviético, Mijail Gorbachov. El clima en vísperas de este encuentro se diferencia bastante del que existía antes de la cumbre de Ginebra, en noviembre del año pasado. Entonces predominaba la curiosidad ante un hecho inédito; se especulaba sobre el comportamiento que tendrían, uno frente a otro, dos personas tan dispares como un Reagan, llegado a la Casa Blanca con una plataforma rabiosamente anticomunista, y el nuevo dirigente del Kremlin, que había inaugurado, unos meses antes, la táctica de la sonrisa. El resultado fue, sobre todo, de imagen; se pudo hablar del espíritu de Ginebra; el trato fue cordial entre los esposos Reagan y Gorbachov; pero el comunicado final era un temario amplio de cuestiones en el que abundaban los desacuerdos.Ahora la cuestión que está en un primer plano, por encima de otros posibles temas, es la de si van a prepararse en Reikiavik pasos concretos hacia un proceso real de control y reducción de armamentos nucleares. Durante este año se ha radicalizado una actitud crítica de la opinión Pública ante la acumulación, tanto por parte de la URSS como de EE UU, de cantidades gigantescas de armamentos nucleares que pueden provocar, incluso por causas accidentales, catástrofes tan espeluznantes que escapan a nuestro entendimiento. Decir que una sola de las ojivas nucleares modernas representa una capacidad destructiva cien veces superior al infierno de Hiroshima es manejar niveles de horror simplemente inimaginables.

El estallido del Challenger, la explosión de Chernobil, el incendio, y ulterior hundimiento, del submarino soviético han erosionado algunas convicciones que se habían ido afianzando durante décadas en la opinión pública. En primer lugar, la idea de que las tecnologías utilizadas en el armamento nuclear son tan avanzadas y perfectas que eliminan los peligros de accidente ha perdido credibilidad. Se ha roto el lazo intelectual entre sofisticación tecnológica y supresión de riesgos. El -ciudadano normal está ahora convencido de que, por elevada que sea la perfección tecnológica, el peligro de accidentes es real, tanto en las centrales nucleares como en las instalaciones de armas nucleares en tierra y en los barcos de superficie o submarinos portadores de misiles nucleares. La única novedad importante después de Chernobil ha sido el compromiso, adoptado en el marco de la Agencia Atómica de Viena, y cumplido por la URSS en el caso del submarino, de dar cuenta de eventuales accidentes. EE UU ha elogiado esa actitud de las autoridades soviéticas, y no cabe duda que vale más que los accidentes se sepan que no que se oculten. Pero hace falta tener conciencia de los límites de ese compromiso; con la información no se disminuye el riesgo de accidentes; se logra a lo sumo que éstos se conozcan más rápidamente. Es una medida totalmente insuficiente en un mundo en el que el uso de lo nuclear, tanto en el plano civil como en el militar, se sigue desarrollando; y en el que, por tanto, los peligros siguen aumentando.

En segundo lugar, y a pesar de las ilusiones despertadas por el Tratado de no Proliferación, lo cierto es que no se ha paralizado la extensión del arma nuclear a nuevos Estados. De acuerdo con recientes revelaciones (EL PAÍS, 5 de octubre), Israel dispone de un potencial nuclear muy superior al que se sospechaba. El desmentido de Peres es tan impreciso que más bien parece confirmar la realidad de los hechos denunciados. Israel no es un caso único: estamos ante una perspectiva de extensión horizontal de las armas nucleares y de una multiplicación de los riesgos por todo el planeta.

Cada vez se admite menos por la opinión pública la existencia de un vínculo lógico entre la defensa de grandes causas humanas, como el bien de la patria, el mundo libre o el socialismo, y la necesidad de desarrollar los arsenales nucleares. Pierde credibilidad la tesis del arma nuclear como guardián de la paz. La disuasión nuclear determina hoy gran parte de la política mundial. Para lograr el equilibrio, los expertos y los estados mayores realizan cálculos complejos comparando los diversos tipos de misiles. Pero si se admite que el arma nuclear no permite ganar ninguna guerra -y eso fue proclamado en 1985 por Reagan y Gorbachov en su cumbre de Ginebra-, sería lógico que se impusiese la voluntad política de iniciar la curva descendente del armamento nuclear.

La reunión de Reikiavik tiene lugar cuando crece una conciencia antinuclear en las mentes y sentinúentos de muchos. En algunos campos decisivos, en particular los niÍsiles de alcance medio y las pruebas nucleares, las discusiones previas han acercado posiciones. Por ello la misión esencial del encuentro de Reikiavik es la de preparar acuerdos que permitan reducciones reales del armamento nuclear. Este será el aspecto decisivo de la reunión; y determinará su éxito, o su fracaso.

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