Chirac reconoce su torpeza al plantear la ley de Reforma Universitaria
El primer ministro francés, Jacques Chirac, reconoció el domingo por la noche, en una larga entrevista televisada, que su Gobierno quizá ha sido torpe en el planteamiento de la ley de Reforma Universitaria, que lleva el nombre del ministro Alain Devaquet. Chirac concedió que los estudiantes podían tener razón en algunos puntos de carácter formal, pero en ningún momento quiso hablar de retirada de la ley.
El repliegue del Gobierno, iniciado ya el viernes con la interrupción del debate de la ley en la Asamblea Nacional y su retorno a la comisión parlamentaria, ha sido interpretado como una victoria momentánea del movimiento estudiantil, aunque los dirigentes universitarios no dejan de señalar el peligro de las ambigüedades del Gobierno, destinadas a desacelerar la movilización y a llegar a las vacaciones de Navidad en una situación de atonía, que permita relanzar el proyecto unos meses después.En las asambleas de las universidades y liceos celebradas ayer empezaron a detectarse algunos síntomas de cansancio y de desorientación.
Distintos portavoces de la mayoría de Gobierno han pasado de denunciar la manipulación política del movimiento por los socialistas a hablar en términos más blandos de recuperación y, ahora, de malentendidos entre Gobierno y estudiantes, que tendrían, según esta óptica, razones sobradas para demostrar su descontento ante una Universidad y una sociedad que no les ofrecen excesivos motivos de esperanza.
Los más débiles dudan
La ambigüedad, posiblemente calculada, del Gobierno suscita un inicio de vacilaciones en los sectores más débiles de este movimiento que apenas tiene 15 días de vida. En algunos centros se ha detectado un inicio de regreso a las clases, a pesar de que se mantiene la voluntad de movilizarse de nuevo el jueves 4 de diciembre para conseguir una manifestación de rechazo de la ley mayor que la celebrada la pasada semana.En otros centros, en cambio, se percibe una tendencia opuesta de radicalización, que se traduce en la realización de manifestaciones diarias o en la ocupación de los centros día y noche.
También en las reivindicaciones estudiantiles han empezado a surgir algunos síntomas de desacuerdo entre los sectores más despolitizados, que desean circunscribir el movimiento a la lucha contra la ley Devaquet, y los que consideran que la ley es solamente un aspecto de la política del Gobierno en contra de la juventud. Para estos últimos, el código de la nacionalidad, la ley sobre drogadicción, o la reciente moción de un grupo de parlamentarios del Frente Nacional y de la Asamblea para la República (RPR), en la que piden la supresión de la gratuidad de la interrupción voluntaria del embarazo, responden a la misma ideología de fondo de la actual mayoría, constantemente presionada desde sus sectores más radicales, ya sea por su liberalismo económico, ya sea por su conservadurismo social.
La intervención de Chirac el domingo, recordando su posición contraria a la pena de muerte y afirmando que no va a apoyar la moción antiabortista de la extrema derecha de su mayoría, quería contribuir, precisamente, a quitar hierro al movimiento, evitar la extensión de sus reivindicaciones al conjunto de la política social del Gobierno y aislarlo, finalmente, en un debate puramente técnico sobre la reforma universitaria.
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