Un maestro vigoroso
Ha resultado sumamente interesante la actuación de la Sinfónica de Oslo, una orquesta que estaba lejos de contar entre las grandes, pero que hoy luce una extraordinaria calidad, tal y como pudimos calibrar en un programa doble: las sinfonías primera de Sibelius y quinta de Chaikovski. Dirigió el soviético Maris Jansons, un maestro vigoroso, que, por cierto, rehuyó, salvo en una propina, la música de Grieg, con la que orquesta y maestro ganaron uno de los premios Grammy.Quizá pensaron en el lucimiento de las más características cualidades de la formación: densidad sonora, fuerte cohesión, pasta colorística, definida y variada, flexibilidad para la gran construcción y ausencia de retórica expresiva. Todo ello quedó demostrado plenamente en la versión de la quinta de Chaikovski, expuesta por Jansons sin más patetismo que el que contiene, que no es poco. Pero estamos demasiado acostumbrados a las novelerías de tanto director a costa de Chaikovski que se agradecen estos aires depurativos, esta gracia a la hora de los ritmos parapopulares y este hermoso cantar sin lagrimeo.
Orquesta Sinfónica de Oslo
Director: M. Jansons. Obras de Sibelius y Chaikovski.Sinfónica de RTVE Director: T. Guschibauer. Obras de Brahms y Roussel. Teatro Real. Madrid, 11 y 12 de marzo.
En cuanto a Sibelius, no es la primera sinfonía la mejor de la colección, que alcanza cotas mucho más altas en la quinta y la séptima. Representa, en cambio, algo muy interesante en el mundo musical de fin de siglo, al que Sibelius aporta una personalidad precisa y diferenciada de la de los músicos eslavos, los germanos o el mismísimo Grieg.
Éxito total, caluroso y justificado. Lo obtuvo, como era de esperar, elpianista Alexis Weissenberg con el segundo concierto de Brahms, en el que estuvo regularmente asistido y decididamente limitado por el director austriaco Theodor Gusclilbatier (Viena, 1939) y la Sinfánica de RTVE. Como la obra es plenamente de conjunto y la tópica calificación de "sinfonía con piano" tiene su razón de ser, si uno de los elementos -en este caso la orquesta- no alcanza altura parecida a la del solista, la versión se resiente y la incomodidad del pianista se acusa a Pesar de poderle escuchar (Weissenberg es Weissenberg) cosas tan bellas como las que hizo en el andante o de tanto poderío expresivo y constructivo como en el allegro appasionato. Guschibauer exhibió virtuosismo sinfónico en las dos suites de Baco y Ariadna, de Roussel.
Babelia
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