En la muerte Francisco Bustelo
Francisco Bustelo, que falleció el pasado domingo, a los 85 años, en Madrid, fue uno de los mejores ejemplos de que la generación del 27 no se situó sólo en la órbita de la poesía. Perteneció, en efecto, a esa generación, pero fue uno de los preclaros ingenieros que salieron de aquel tiempo de esperanza creativá española.
¡Qué gran hornada la de aquellas promociones sucesivas de la Escuela de Caminos, en la década de los veinte, de las que salieron ingenieros como Reparaz, Botín, Grasset, Balbás, Entrecanales, Rodríguez Bachiller, Urgoiti (Ricardo) y Bustelo! Salvo Bachiller, cuyas grandes dotes para las ciencias exactas le llevaron a sumirse en la alta matemática, todos los demás fueron creadores de empresas y de industrias para las que no había precedente en nuestro país. Junto a la excepcional generación poética del 27 -y a la otra generación del 27, la de los humoristas, que destacó uno de ellos, José López Rubio, en su discurso de ingreso en la Española-, muy bien puede hablarse de una generación del 27 de estos notables ingenieros.Bustelo fue uno de los más importantes. Nacido en 1901 en Ribadeo, ese puerto que duda entre ser gallego o asturiano, Bustelo no olvidó nunca, al practicar su ingeniería, Su interés por las cuestiones intelectuales. Fue un hombre culto, siempre al día, y un economista, porque para acertar en las empresas que intentaba necesitaba ver clara la estructura socioeconómica de sir país. No es extraño, por ello, que Nicolás María Urgoiti, el gran precursor de todo ese grupo de ingenieros, le pusiera al frente de la revista Ingeniería y Construcción, que Bustelo dirigió durante varios años. Trabajó en Argentina y en la General Electric, en EE UU, becado por la Chade, y pasó las mejores horas de su vida haciendo el proyecto y construcción de un ferrocarril de vía estrecha por tierras extremeñas.
No tenía España, por entonces, ningún problema de reconversión industrial, sencillamente porque el problema era precisamente crear esa industria. Y había que empezar por convencer a todos los estamentos de su necesidad. De ahí la labor periodística de Bustelo para meter en la mollera de sus compatriotas algunas verdades tan elementales como la de que había una baja productividad agrícola por hectárea y por habitante, y que la elevación del nivel de vida nacional estaba, junto a la mejora de simientes Y.métodos de cultivo, en la creación de un sector industrial fuerte donde poder trasvasar el exceso de mano de obra del sector primario.
Experiencia química
No nos extrañe, por consiguiente, que su gran creación fuera la industria española del nitrógeno, mirando especialmente a los fertilizantes. Bustelo comenzó su experiencia en la industria química como director de Energía e Industrias Aragonesas, en el Pirineo oscense, para terminar con su obra más querida: la Sociedad Ibérica del Nitrógeno, que en su fábrica de Mieres fue la primera en obtener el amoniaco. Bustelo quedará por ello como el padre del nitrógeno nacional.
Y sin embargo, este tenaz emprendedor era un gran pesimista. Quizá tomó en su vida la misma divisa que Hubert Beuve-Méry, el creador de Le Monde: "Nada vale la pena de nada y toda la vida he hecho como si todo valiera la pena de todo". Pero cuando se pone la vida seriamente a algo, como hizo Bustelo, hay que pasar por muchos avatares hasta lograr el empeño: atravesar las tierras de los desalmados, evitar el promontorio de los tontos, no perecer en las arenas movedizas de los propios errores y vacilaciones, defenderse de los que llegan después de la procesión queriendo alzarse con el santo y la limosna y doblar el cabo de la desesperanza. ¿Cómo pudo ese valeroso pesimista vencer esos pe ligros? Sólo me cabe una explicación: una mujer. Una mujer que se llama Carlota García del Real, con la que contrajo matrimonio en 1930 y que le aportó la alegría que le faltaba. "El amor es eterno mientras dura" es un verso profundo de Luis Rosales. El amor de aquella pareja duró hasta la muerte del hombre.
Su vida fue más larga que su biografía, y su voluntad se detuvo antes que su corazón. Trance duro para su familia y para él mismo. Sus amigos lo fuimos despidiendo poco a poco, su figura se nos fue difuminando lentamente, y cuando, hace cuatro días, llegó el desenlace, yo sentí, más que dolor, alivio al saber que por fin descansaba en la otra orilla el infatigable creador Francisco Bustelo y Vázquez.
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