'De mortuis'
Dice el proverbio latino "De mortuis", para continuar diciendo "nihil nisi bonum". Es decir, "de los muertos no digas nada malo", o aun peor, "no hables sino bien". La tradición, maestra rígida, quiere que esta frase la inventó Chilón, uno de los seis sabios de Esparta, allá por el siglo VI antes de Jesucristo. Chilón la dijo en griego, pero la frase en seguida prosperó y lo que conocemos es su traducción latina. Para el caso es lo mismo, ya que la hipocresía crecía en Esparta como esparto; pero fue Roma la que dio crédito a la idea (falsa) de que todo hombre debe ser amado después de muerto. Todas son variaciones, sobre el tema del sepulcro blanqueado. La verdad queda más cerca del adagio "mortui non mordant", es decir, "los muertos no hablan" . Aunque los romanos, más realistas o más feroces, decían que los muertos no muerden. La única oposición en el mundo antiguo viene de parte de Jesús (según san Mateo, 23, 27), que apostrofó a los hipócritas: "Sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de osamenta y de inmundicia". Cristo sabía que el primer acto de un hipócrita es blanquear los sepulcros y embellecer a los muertos. De mortuis es una acción hipócrita que se comete todos los días. No hay gesto más humano, más cotidiano de exclamar ante un muerto: "¡El pobre!", y en seguida cantar las cualidades de alguien que seguramente no tenía ninguna o alabar la memoria de un mediocre.Una cinta extraordinaria, Ciudadano Kane, es la narración de una búsqueda. Un millonario todopoderoso, el taicún de la Prensa norteamericana, Charles Foster Kane, muere solo y su famosa frase final es una palabra, Rosebud, aparentemente la clave de su vida. Un periodista acucioso se dedica a buscar la fuente de esa frase, que tal vez esté en el origen del gran muerto. La busca poco a poco revela que -el magnate no era tan grande como él mismo creía y como lo declaraba impudorosa su propia prensa. Era en realidad un hombre mezquino y magnánimo, un megalómano disminuido por sus ambiciones: un dios desnudo con pies de barro. La investigación se convierte en desvelo y revelación: el hombre fuerte no tenía otro sueño al morir que un trineo que tuvo cuando niño pobre. La película es una búsqueda y a la vez la estofa de que están hechas las búsquedas. Al principio hay un documental sobre la vida de Kane que es un de mortuis altisonante. Pero la película termina con un "nihil nisi bonum" porque, aunque no se ha descubierto qué quería decir Rosebud, los socios y los asociados del magnate ofrecen varios epitafios y el filme se queda en la ignorancia a la vez voluntaria, involuntaria. Ciudadano Kane es el verdadero epitafio de Kane, pero Kane es una ficción, y no el William Randolph Hearst que armaba guerras para componer una primera plana y animaba figuras de cera. Hearst, sin embargo, no pudo detener esta biografía ficticia. Tuvo que contentarse finalmente con su propio epitafio, que era, qué duda cabe, su de mortuis.
Las mejores brochas y la más blanca cal están en las columnas de obituarios de los periódicos, donde la tinta se convierte en una de las mejores sustancias para blanquear toda clase de sepulcros. Entre las columnas obituarias más famosas están las del Times de Londres. Lo que tiene la muerte de definitivo es que, escribe la vida con tinta indeleble. El Times, entre otros, hacía las vidas delebles por el simple expediente de no hablar de lo revelador. El cuarto oscuro del Times no revelaba, y lo que imprimía eran las vidas cubiertas de retoques. Los obituarios del Times se caracterizaban por su blancura. El lema parecía ser: "De lo que se sabe es mejor no hablar". Era una piedra pómez filosofal y casi parece Wittgenstein de patas arriba.
Pero los tiempos para el Times cambian y ahora el periódico de seguro diría en su obituario que el filósofo vienés, como Nietzsche, prefería los efebos a los feos. Como cantó Bob Dylan, "The times they are achangin". Donde Dylan dijo times debió decir The Times. El pasado julio, John Erigg, historiador y biográfo, se hizo cargo de los obituarios del Times por tiempo limitado. Su intención era, según dijo, "ponerles un poco de carne a los huesos desnudos de los muertos". Los huesos, como se sabe, están siempre desnudos, mientras que la carne cubre y encubre. La carne es también pecadora. Aunque ha habido esqueletos rumberos (y por tanto rumbosos), se sabe ya que la osamenta no osa mentir. Uno de los primeros ejemplos de obituarios del Times -no hago régimen- fue revelar que el promotor de rock Gordon Nills "en una época tenía lo que se cree la más grande colección privada de orangutanes". Como diría el filósofo Adorno, el mono es siempre más sabio". Ninguno de sus monos sabios acompañaron al rockoso a la tumba.
Todos los hombres se han bañado en una jacuzzi alguna vez, y algunos hombres se han bañado dos veces en la misma jacuzzi. A juzgar por la promiscuidad que proponía esta bañera, un hombre o dos han lamentado haberse bañado en una jacuzzi siquiera una vez. Ahora que el SIDA ha hecho de la jacuzzi un lugar tan peligroso (y, por tanto, tan desierto) como el océano Ártico, Jacuzzi tiene la importunidad de morirse en el momento en que el Times desta-
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