Chaikovski hace inmenso a Michael PIetnov
Cuando un intérprete da la medida de la inmensidad de un autor es inmenso. Michael Pletnov y su Chaikovski de un 6 de mayo en el Palau valenciano habría de ser historia si la historia lo fuera de las voces y no de los ecos.Con una técnica absoluta, lo que quiere decir desvinculada de lo que puede ser y presta para lo que quiere ser, este inconmensurable niño soviético -su edad es la de un joven, pero su gesto es el de un niño- calibra prodigiosamente el juego convulso de inhibición-exhibición que es la música de Chaikovski, esa que sólo el talento ruso de pura cepa sabe servir con certeza.
Porque la Orquesta de la Radiotelevisión Soviética secundó la operación Chaikovski -una operación de cirugía de sentimientos entre la hecatombe y la indefensión- con una disciplina ejemplar quesacrifica la individualidad del músico en aras de la individualidad de la frase musical.
Orquesta de la RTV Soviética
Concierto número 1 para piano y orquesta, Chaikovski. Romeo y Julieta (segunda suite), Prokoflev. Intérprete: Michael Pletnov (piano).Director: Peter Lilje. Palau de la Música i Congrés de Valéncia, 6 de mayo de 1987.
Todo un modelo de anonimato para un nombre: y el nombre es Chaikovski. Para ello, músicos que pueden ser nombre propio se conforman a ser letra común. Y Chaikovski se revela por medio de ellos pionero para un psicoanálisis de Occidente y de su música y su gran des-compositor.
La RTV Soviética es un ejemplo, acaso acentuado con énfasis populoso, que no populista, de ese hacer Chaikovski como símbolo de una formidable decadencia.
Y así, su, música se nos aparece a la vez informe e hiperformada, maciza y sutilísima.
Son cualidades, ambas, que la música de Prokofiev analiza con notable precisión y que los músicos soviéticos trabajan con no menos notable aplicación.
Y por eso, tal vez, programan a menudo el par Chaikovski / Proikofilev, en ese orden y sin más, como arquetipo de fábrica: primero Chaikovski-la trama- y luego Prokofiev -el revés de la trama.
No hay palabras, y si las hay no nos queda aliento para decirlas.
Babelia
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