Simone Ortega
Me pregunta Simone Ortega, la gentil, por qué ya no frecuento tanto las academias gastronómicas. Pero yo acabo de hacerle un prólogo a Nines de la Serna, sobre quesos y vinos. A uno le da como un poco igual eso de comer, pero le fascinan los iluminados de algo. Alianza Editorial ha publicado un libro de Martínez Llopis y Simone Ortega sobre la cocina típica de Madrid. A mí lo que me gusta son los callos a la madrileña, pero la ética y la estética de la edad los desaconsejan. Por eso voy menos a la Academia, incluso a la Española, donde están entrando tan grandes luces, aunque mi tronco generacional, Cándido, les llame a algunos "anacolutos", convirtiendo el sustantivo en adjetivo. (En estos trueques consiste el escribir.) Gracias por todo, tío, y que Dios reparta suerte, el dios que nos hemos hecho entre nosotros cuatro. 1,080 recetas de cocina, nuevas, más los quesos españoles. Simone Ortega, la gentil, es que no para. En cuanto a la otra Academia, la Española, o sea la misma, Pedro Laín quiere que "empiece a fancionar". Hace poco me dijo un académico (todo lo que dice es tan sentido que no cabe la confidencia): "Eres el que mejor adjetiva de España. Y otro día hablaremos del sustantivo". Laín anuncia para 1992 la "Edición del V Centenario" del diccionario usual. Laín se remonta siempre a Menéndez Pidal (sin obviar a Dámaso), y dejará su puesto en el 88. "La tarea lexicográfica debe estar en manos de técnicos de la lengua".Más de 100 millones de la iniciativa privada, ordenadores y otros inventos parece que van a permitir a la RAE ponerse al día. Bienal Internacional del Anticuario, llegada del gas natural a Madrid, mosquitos del Manzanares bordoneando las farolas isabelinas de Sol (los mosquitos son los eruditos de la mendicidad), terrazas de verano en Madrid, como las de Fortuny, Sacha y así. Se puede ser madrileño de los callos o madrileño de la Academia. Viene a ser lo mismo. Las mejores palabras las inventa la gente mientras se toma unos callos a la madrileña. Simone Ortega tiene las cosas. Los académicos sólo tienen el nombre de las cosas.
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