El difícil camino de la concertación

Las dificultades para un pacto social son distintas y variadas según cada uno de los interlocutores sociales, y van desde la desconfianza y el escepticismo con que UGT se enfrenta a las negociaciones, hasta las razones políticas que impiden a CC OO firmar un acuerdo como el que propone el presidente del Gobierno. La CEOE, mientras tanto, espera.La postura de UGT respecto a un pacto social ha sido explicitada en varias ocasiones por su secretario general, Nicolás Redondo. Muy recientemente el viejo sindicalista advirtió al propio González que no tenía por qué obsesionarse con la concertación. Y, sobre todo, le puntualizó que "el apoyo social al Gobierno sólo vendrá a través de una política progresista". Las palabras con que Redondo respondió al llamamiento que González realizó el pasado sábado a UGT, han parecido excesivamente duras incluso a los sectores más radicalizados de la central socialista.

El pacto social es impensable sin UGT. Y es impensable sin CEOE. Ambos saben que tienen, cada uno por separado, ambos juntos, la llave de cualquier acuerdo. El propio Manuel Chaves, ministro de Trabajo, decía hace unos días que la falta de un pacto tampoco era un drama. Nicolás Redondo, según fuentes cercanas al secretario general, quiere dejar sentada la independencia del sindicato y -por encima de todo- el papel que la central socialista ha de cumplir como depositaria y garante de los principios socialistas. Y para ello no ve necesario el pacto social.

El fondo de la propuesta

La CEOE tampoco pondrá mucho énfasis en la defensa de una política de concertación. Tiene sus objetivos que, por ahora, no parecen conjugar demasiado con lo que quiere el Gobierno. La CEOE se pregunta cuál es el fondo de la propuesta de González, y cómo va a traducirse exactamente la idea expresada por el presidente del Gobierno de destinar parte del excedente empresarial a la inversión en empleo o la participación en la gestión empresarial. Puestos a desear, la patronal desea que entren en negociación otros temas y no precisamente referidos a beneficios y cogestión.

Por parte de CC OO la situación se plantea con las dificultades añadidas de la tormenta que está sufriendo en sus estructuras. La sucesión de Marcelino Camacho en la secretaría general ha removido las siempre revueltas aguas del sindicato. En la batalla parece haber ganado la tendencia gerardista, no demasiado proclive al apoyo que supondrá la firma de un acuerdo social de legislatura. No es que haya muchas dudas. Tampoco los carrillistas se distinguen por su inclinación al pacto.

Así, se da por seguro que CC OO participará en las negociaciones preliminares -si llega a haberlas- pero terminará abandonando el acuerdo. Su fuerza real está más clara en la oposición que en el consenso. Y eso, políticamente, puede incluso ser más rentable.

Comisiones y UGT tienen prevista una próxima reunión para acotar los puntos de acuerdo. Se trata, más que nunca, de una reunión institucional. Las divergencias entre un sindicato y otro no son ahora menores que hace unos meses. Les acerca una cierta coincidencia a la hora de valorar el papel de las organizaciones obreras. Pero ni UGT dará -con acuerdo y sin acuerdo- una batalla abierta contra el Gobierno socialista, ni CC OO va a apoyar a ese mismo Gobierno.