Chadli Benyedid, protagonista del 25º aniversario de la independencia de Argelia
Delegaciones de todo el mundo asisten desde ayer en Argel a los actos solemnes del 25º aniversario de la independencia de Argelia, el país más joven del Magreb. España, cuyas relaciones con este país han pasado momentos críticos y difíciles en el último año a cuenta de ETA, está representada oficialmente por el ministro de Cultura, Javier Solana. Esta celebración tiene a un protagonista de excepción: el presidente de la República, Chadli Benyedid.Por parte española, existe además una delegación no oficial en la que figura el secretario general de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho.
La presente efeméride es muy distinta en cuanto a proyección exterior que la que se celebró hace cinco años cuando se festejaron los cuatro primeros lustros de la existencia de este país que se hace llamar socialista y popular, pero que hoy, día evoluciona, aunque con lentitud, hacia la occidentalización.
En 1982, tres años después de la muerte del coronel Huari Bumedián, primaba todavía un modelo de socialismo cerrado y de glorificación política, aunque ya con tendencias al cambio. Ahora, a juicio de los observadores, pesa más la figura de un líder que poco a poco ha ido imponiendo su carisma, pese a que su llegada al poder lo fue por una fórmula de compromiso. El proyecto Benyedid -un socialismo más suavizado y, una liberalización económica para conseguir "una vida mejor"- es ya en Argelia una realidad más que una esperanza.
Benyedid ha conseguido una nueva Carta Nacional, que sella la apertura del país hacia el liberalismo económico, ha equilibrado sus salidas al exterior con el Este y el Oeste y ha ido, siempre en momentos claves y con prudencia, instalando en los resortes del poder a hombres de su confianza y, generalmente, tecnócratas. Primero lo fue en el Gobierno, luego en el propio partido único, el Frente de Liberación Nacional, y últimamente en el Ejército, un verdadero poder dentro del sistema.
La tarea de Benyedid no ha sido fácil, pero no cabe duda que le ha beneficiado la coyuntura, según se estima en Argel. La caída de los precios del petróleo, que es junto al gas el principal recurso a exportar por este país, ha obligado a Argelia a abrirse a otras fronteras, máxime cuando la herencia de Bumedián -criticada por sus sucesores- ha sido una catástrofe: un país burocratizado y de economía articulada en base a gigantescas sociedades. Los pasos de progreso han ido combinándose, no obstante, con concesiones al ala dura del régimen, que vigila la función de su presidente, hoy con mayor autonomía y peso político dentro del país.
La prudencia de Benyedid ha quedado evidente en estos días previos a los actos del 5 de julio, con motivo de la visita del coronel libio Muamar el Gaddafi, deseoso de una unión política con Argelia -tipo a las que fracasaron con Tánez y Marruecos para salir de su aislamiento en la región. Los argelinos han recIbido con los mayores honores a Gaddafi, que se ha entrevistado dos veces con Benyedid, y le han condecorado con la Medalla del Mérito Nacional, que sólo poseen dos extranjeros: el rey Falid de Arabia Saudí y el presidente cubano, Fidel Castro.
Pero Gaddafi, de quien se suponía que permanecería en Argel hasta estos días de festividades, se marchó a los cuatro de su llegada.
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