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FESTIVAL DE CINE DE BARCELONA

Dudas sobre el criterio de 'autor' en la selección de los filmes a concurso

Después de contemplar Des Teufels Paradies, del alemán Vadim Glowna, que figura dentro de la sección a concurso, es imposible no preguntarse por cuál es el criterio de autor que ha regido la selección de los filmes que concurren al festival, ya que Glowna, pese a ser el director, se deja arrebatar el filme por el guión, la fotografía y los actores.

El Festival de Barcelona, creado para reivindicar la personalidad del cine europeo y colocado bajo el eslogan programático de Films and Directors, es decir, defensor de los proyectos y de los cineastas independientes frente a las presiones del mercado y de los productores, no debería incluir películas como Des Teufels Paradies, cuyos autores reales son el novelista Joseph Conrad -la obra está basada en Victoria-, el actor Sam Waterston, el director de fotografía Martin Schäfer o el decorador Mikos Perakis.Todos ellos parecen saber mejor qué hacer con la película que su director, que se deja llevar por el guión, por el paisaje o por sus intérpretes. Y el caso de Glowna se repite con otros muchos cineastas de los que compiten por los 30 millones de pesetas que se otorgan como premio, sin ideas propias ni la suficiente competencia o potencia profesional para convertir las películas en satisfactorios productos estandar.

Algo de eso ocurre también con Máscara, del belga Patrick Conrad, planteada como una película destinada al mercado internacional y que, según palabras de su director, presente en Barcelona, "tiene muchos puntos de contacto con Blue velvet, una película que me gusta mucho y que también juega a confrontar el universo cotidiano con otro subterráneo, oculto".

Universo vacío

La intención de Patrick Conrad era situar el filme en un espacio estrictamente cinematográfico, imaginario, pero el resultado es un universo falso, vacío y esteticista.Conrad filma bien -y le ayuda mucho a ello su director de fotografía, Gilberto Azevedo-, se siente a gusto con su historia cuando ésta comienza, pero adopta un tono moralista fastidioso para explicar lo que sucede en los subterráneos de la realidad que pretende describir.

La predestinación impuesta por el guión ahoga a los personajes de Máscara, de forma que las esforzadas composiciones de Charlotte Rampling y Michael Serrazin se pierden en la nada, no resultan fílmicamente bien aprovechadas.

Por otra parte, el apartado dedicado a las cineastas francesas es, quizás, el que mejores películas viene ofreciendo.

Noir et blanc, de Claire Devers, es una pequeña pero meritoria cinta que comienza como comedia y finaliza como tragedia. Su tema es el dolor como manera de llenar el vacío existencial.

Devers filma esto sin moralismo, con neutralidad y claridad expositiva, consiguiendo que su relato de la relación, progresivamente más dura, entre un masajista negro y su cliente blanco sean un buen retrato de dos soledades humanas que corren paralelas, pero en direcciones irremisiblemente opuestas.

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