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Tribuna:
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Posibilidad de disentir

El congreso del PSOE, que se dispone a iniciar sus tareas, no afecta sólo a los ciudadanos y a las fuerzas, políticas españolas, sino también a la izquierda europea en su totalidad. Y esto es así por diversas razones que parece oportuno reseñar.Si excluimos el socialismo escandinavo, cuya andadura reviste características bastante peculiares desde antes incluso de la II Guerra Mundial, y el PASOK de Papandreu, bastante anómalo también, aunque en sentido contrario, el socialismo español es hoy el único en el ámbito europeo que está en el poder. El PSOE, pues, pese a algunos traspiés en los resultados electorales recientes, por lo demás menos graves de lo previsto, tiene frente a sí la perspectiva de ejercitar las responsabilidades de gobierno vadavía por bastante tiempo. Y por ello, la posibilidad de experimentar en concreto, a través de los mecanismos del poder, un programa de renovación social y política y de aproxímación a los valores y a los ideales de la izquierda.

En segundo lugar, los cuadros políticos que el PSOE ha seleccionado, salvo algunos raros casos, que deben su formación a las propias vicisitudes del aparato, como por ejemplo la rápida burocratización de algunos persortajes (bastantes síntomas hay, sin embargo, que dejan entrever que semejante fenómeno, aunque deuna manera un tanto forzada, está afectando cada vez más a más casos), nacieron y se formaron en la sociedad civil, en la vida cultural de: oposición que, tumultuosa, se manifestó durante los últimos años ciel declive franquista y en la época de la transición. Si a esto surnamos la crisis en la quie está innerso el Partido Comunista de España y la disolución de los, grupos de extrema izquierda, que durante el último decenio franquista, especialmente entre, la juventud, desempeñaron un importante papel de vanguardia, nos encontramos con que el PSOE, se ha convertide, en el único punto de referencia para la izquierda en su totalidad. Todo ello sin contar con las aportaciones del mundo católico, y especialmente con la variedad de experiencias que encuentran su espacio en las organizaciones socialistas de las regiones autónomas.

Por otro lado, el PSOE tiene la suerte de gobernar desde hace años en un país extraordinariamente rico en fermentos, en curiosidad y en pasiones intelectuales y políticas, un país que, ciertamente por reacción a la obtusa época de provincialismo y de oscurantismo fascista y clerical, es hoy, con mucho, el país más cosmopolita de Europa y, en consecuencia, el más sensible a la práctica del europeísmo.

El PSOE, pues, dispone de algunas condiciones privilegiadas y, por tanto, de gran responsabilidad respecto a la izquierda europea, aunque, quede bien claro, esos privilegios han sido conquistados y son mérito del PSOE. Lo cual, evidentemente, no altera el asunto de la responsabilidad. Y con mayor razón, si cabe, puesto que la izquierda europea, como ya he dicho en pasadas ocasiones en este períodico, atraviesa una época de especial crisis.

En Portugal la conquista de la presidencia de la República no ha servido para bloquear el reforzamiento de los sectores moderados o del conservadurismo a secas ni para dejar de marginar a aquella izquierda que encontró su expresión en algunos militares, como Ernesto Melo Antunes o en el mismo presidente Eanes. En el Reino Unido, los laboristas siguen oscilando entre un maximalismo retórico y marxistizante de una izquierda francamente decrépita y un oportunismo carente de fantasía, de capacidad proyectiva y (probablemente) de perspectivas electorales.

La socialdemocracia alemana parece incapaz de salir de la lógica del patchwork, en virtud del cual se aúnan y se ensamblan los más tradicionales objetivos del industrialismo y del sindicalismo obrero fuerte, centralizado, institucionalizado (y altamente burocratizado), con las instancias ambientalistas y verdes, que siguen una lógica del desarrollo económico bastante diferente e incompatible (y en sus versiones no fundamentalistas, hasta más razonable) que la primera.

En Italia, el balance de tres años de Gobierno con dirección socialista es, en el terreno de las reformas, el causante de, todas las desilusiones. Bettino Craxi sigue siendo el protagonista de la política nacional sólo por la incapacidad que demuestran sus adversarios democristianos y comunistas, pero su Gobierno quedará en el recuerdo por un más que mediocre concordato con la Santa Sede y por un lamentable instrumento jurídico que ha legalizado los incontables abusos que se han producido en la especulación del suelo y de la construcción. Una verdadera contrarreforma, como bien se ve.

El congreso del PSOE, visto desde una óptica no exclusivamente española, deberá, pues, decirnos si el socialismo ibérico forma parte de esta izquierda europea en crisis (y si su permanencia en el Gobierno proviene exclusivamente de la incapacidad de ofrecer alternativas creíbles por parte de las otras formaciones políticas) o si del más joven de los socialismos de Europa nos puede llegar una original y no marginal aportación para superar la mencionada crisis.

Dos son los terrenos privilegiados donde se podrá verificar cuanto acabamos de decir: el primero es la misma Europa, entendida desde hoy como ámbito' y horizonte de la política para cualquiel fuerza nacional que pretenda efectivamente ser de izquierdas. El otro es la forma / partido en tanto que fórmula organizativa que hay que poner radicalmente en tela de juicio para que el pluralismo político no corra el riesgo de empobrecerse, para que no se asuman posiciones autoritarias (aunque sea en versión soft) y para que no se produzca, en fin, un eclipsamiento del ciudadano.

Europa es ya una realidad para el mundo de las finanzas y del capitaL La gran industria ya hace tiempo que es multinacional, y Europa constituye sólo una región del horizonte en el que se opera. Uno de los pocos sectores en los que la Comunidad Europea está realizando a pasos agigantados una efectiva integración es precisamente en el bancario.

La izquierda, y lo que ella debería representar, continúa moviéndose, sin embargo, con miopía y mezquindad nacionalista en un momento en el que todos los temas que son cruciales para ella podrían encontrar solución en un ámbito supranacional, dado que todos ellos están profundamente imbricados entre sí. Tomemos tres como ejemplo.

Europa corre el riesgo de quedar desastrosamente distanciada en lo tecnológico de Estados Unidos y Japón precisamente en los sectores más modernos. A tal distanciamiento contribuye un sistema escolar obsoleto. Proyectar una universidad europea en sustitución de las universidades nacionales, racionalizar un canal televisivo europeo, enseñar una segunda lengua desde la infancia y todo aquello que contribuya a que una nueva generación crezca en un china cultural donde sean, por encima de todo, europeos, y sólo en segun da instancia, franceses, alemanes, italianos o españoles, no es un sueño generoso, una generosa utopía, sino una necesidad apremiante.

Una política del medio ambiente sólo es posible a escala europea. Imponer a las industrias unos sistemas anticontaminantes, prohibir el uso de estrógenos en la alimentación de los ganados o de cantidades excesivas de veneno en la agricultura, prohibir igualmente los aditivos químicos y artificiales en el ramo de la alimentación, en los envasados, en la congelación de los productos, sólo puede realizarse con normativa europea y con sanciones iguales para todos los países. De lo contrario se beneficia quien más contamina, porque actúa con costes de producción decididamente inferiores. Una política sobre las aguas, los ríos, las costas, o es por definición continental, o no es nada.

En fin, sólo una dimensión europea puede servir como marco de referencia donde encontrar soluciones para las crisis con base étnica, presentes, con mayor o menor grado de dramatismo, en casi todos los países. Éstos y otros conflictos no menos graves, con las trágicas connotaciones de terrorismo (Brigadas Rojas, Acción Directa, Fracción del Ejército Rojo, etcétera), han dejado en evidencia las diferencias y las insuficiencias de los diversos ordenamientos jurídicos nacionales., tanto en lo que se refiere a la lucha contra la delincuencia como especialmente en lo que hace referencia a la garantía de los derechos civiles, incluidos los derechos de los acusados. Hablar en Europa seguirá siendo vacua retórica mientras no se consiga una carta de los derechos del ciudadano vinculante para todas las legislaciones nacionales; lo contrario supondrá que la única integración viable será la de las policías de los diferentes Estados.

En una dimensión europea, por último, hay que replantearse el papel del partido político. Tarea de la izquierda debe ser la de convertir al partido en un instrumento de efectiva participación ciudadana y, en consecuencia, de acceso directo de todos los ciudadanos, no sólo de unos reducidos grupos, al ámbito en el que circulan las informaciones, en donde se intercambian y discuten las opiniones, en donde se toman las decisiones. Las organizaciones de la izquierda europea hace tiempo que navegan -es lo menos que se puede decir- en otra dirección; una dirección que, evidentemente, ha tomado una peligrosa deriva.

Hace años asistí a un congreso del PSOE. Me llamó la atención (favorablemente, muy favorablemente) el procedimiento: la dirección saliente exponía sus tesis en la relación que hacía el secretario, en la presentación de la moción conclusiva y en el derecho de réplica antes de las votaciones. Por otro lado, el derecho de intervención correspondía de manera privilegiada a las diferentes formas de oposición, a quien se expresaba contra la moción o a quien quería enmendarla. El PSOE sabía en aquella época que democracia es ante todo posibilidad de disentir. No sé si lo sigue siendo todavía. Por cierto, en la mayor parte del socialismo europeo es ésta una convicción que hace tiempo que se ha dado por perdida.

Paolo Flores d'Arcais es filósofo y codirector de la revista italiana Micromega. Traducción de José Manuel Revuelta.

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