Lobos con bata blanca
Una rivalidad entre médicos terminó con el sabotaje de un respirador y la muerte de una paciente
ENVIADO ESPECIALTres anestesistas comparecen desde el lunes ante un tribunal de Poitiers acusados de homicidio en diversos grados. El jefe del servicio de anestesia, el profesor Jean Pierre Mériel, por homicidio involuntario, producto presumible de su ineptitud y su falta de práctica. El anestesista titular, doctor Bakari Diallo, originario de Burkina Fasso (antes Alto Volta), por violencias y maquinaciones voluntarias con resultado de muerte de la paciente, con el fin de demostrar la impericia de su superior, el profesor Mériel. El médico interno Dénis Archambeau, alumno entonces del doctor Diallo, por complicidad en la materialización del crimen.
En el vestíbulo gótico del Palacio de Justicia, acondicionado como sala de audiencias, destacaba ayer una extraña máquina fuera de lugar: el respirador utilizado el 30 de octubre de 1984, el día de autos, para anestesiar y luego reanimar a Nicole Berneron, de 33 años, a la que se le extrajo un pequeño tumor benigno de una glándula salivar, debajo de la oreja. Alguien, antes de la intervención, había cambiado el emplazamiento de dos tubos del respirador, el azul del gas anestesiante y el blanco del oxígeno. La enferma fue anestesiada correctamente con una mezcla al 50% de los dos fluidos, pero en el momento de la reanimación, en que debía recibir el oxígeno, recibió el chorro mortal del gas anestesiante.
El profesor Mériel, que actuaba de anestesista, olvidé comprobar el estado del respi¡ador y no fue capaz de percibir los signos de asfixia. El auxiliar Archambeau manipuló los grifos. El doctor Diallo, mientras tanto, lejos del quirófano, tragaba el sapo de su reciente traslado al servicio de urología, decidido por Mériel, como resultado de los enfrentamientos entre médicos y de la lucha de clanes en el hospital.
Tres años y medio han transcurrido desde el crimen. Durante un mes, Diallo y Archambeau fueron encarcelados preventivamente, mientras en la ciudad las gentes se dividían en sus opiniones. Para unos, Diallo y Archambeau eran autores de una maquinación destinada a liquidar profesionalmente al jefe del servicio y encarnaban una siniestra figura: la del médico que quita la vida a su enfermo. Para otros, Mériel es el prototipo del médico incompetente, convertido en cacique de hospital, que intenta cubrir un fallo irreparable en su-trabajo con una grave inculpación contra sus subordinados.
En todo este tiempo, Poitiers se ha visto agitado por insinuaciones racistas en uno de los dos periódicos locales y se han pronunciado palabras como "brujería" y "doblez traidora" a propósito de Diallo, el frío, competente e inteligente anestesista africano. Y se han formado comités de solidaridad con los dos anestesistas, en los que los enfermos tratados por Diallo han expresado su agradecimiento por su pericia. El pasado martes, revestidos de testigos, trazaron un retrato profesional del médico difícilmente superable, y ayer el principal acusado tuvo la oportunidad de dar una auténtica lección sobre las técnicas más avanzadas de anestesia ante los sarcásticos cabeceos de su rival, el viejo profesor, reticente a la práctica de anestesias peridurales.
Un jurado popular deberá de cidir ante este difícil sumario Pero la opinión pública parece ya haberse hecho una idea de lo que se está juzgando y de los intere ses en juego, expresados en los gestos corporativos de sindicatos de médicos y de autoridades hos pitalarias y sanitarias que han precedido al juicio.
El hospital de Poitiers, con 4.000 empleados, es la primera empresa de esta ciudad provinciana de 90.000 almas, donde nunca pasa nada. Del hospital llega la salud para una amplia re gión de Francia que no cuenta con ningún otro centro de gran des dimensiones entre Burdeos y París. Pero a veces llega también el zarpazo de los lobos con bata blanca, como los que se juzga estos días.
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