De los impactos sociales al diseño del trabajo
Muchos estudios sobre "el impacto social de las nuevas tecnologías" siguen aún hoy anclados -ignorando buena parte de la investigación europea- en la lógica de las consecuencias: estudian los efectos de la maquinaria sobre las condiciones de trabajo de las personas. Esa lógica puede proponer el "corregir o limitar sobre la marcha aquellos efectos juzgados indeseables", pero sólo prevé un camino posible para la implantación de la modernización tecnológica. Camino inevitable que puede llevar a aconsejar políticas, aparentemente también inevitables, con consecuencias tanto macrosociales como personales poco deseables.Por ejemplo, mientras investigaciones comunitarias muestran las posibilidades y recursos que supone el contar con trabajadores experimentados a la hora de la innovación tecnológica, la lógica de las consecuencias los trata como "trabajadores envejecidos", y describe una entera política industrial y de formación en propuestas como ésta: "La transición tecnológica no podrá ser asumida plenamente por la actual generación adulta. Sólo personas que desde la infancia se han familiarizado con el nuevo entorno de tecnologías de la información, en el que estaremos sumidos cada vez más, serán capaces de organizar sus circuitos cerebrales en consonancia con la nueva lógica de hacer y de pensar que implican las nuevas tecnologías" (Nuevas tecnologías, economía y sociedad en España; Madrid, 1987; página. 919).
Este abordaje de la cuestión condiciona las posibilidades de utilización de forma óptima de las técnicas hoy disponibles.
Nuestro punto de vista es que hay opciones en la planificación, el diseño y la implantación de nuevas tecnologías. Que muchos de los problemas que se hallan después podrían haber sido previstos, anticipados y, lo que es más importante, evitados. La lógica del diseño demuestra que las condiciones de trabajo están ya escritas en la concepción explícita o implícita del trabajo, del hombre o la mujer, con la que se proyecta un sistema productivo, informatizado o no.
Los pasos de una demostración así hallan su fundamento en la literatura económica o en la presentación de otras situaciones históricas de gran innovación tecnológica, pero comienzan por enfatizar que la automatización es, en sí misma, un hecho social, mostrando las posibilidades existentes de diversificación de las combinaciones tecnología / organización, notablemente lejanas de ninguna vía única.
Recursos humanos
El segundo paso de la argumentación se apoya en una vastísima literatura que recoge estudios de casos, balance de años de investigación y políticas empresariales que muestran de forma contundente las posibilidades que ofrece la flexibilidad tecnológica en lo que concierne a la gestión y planificación de recursos humanos, la utilización y reconversión de las cualificaciones y de los saberes implícitos, clandestinos o tácitos, de los trabajadores. El ejemplo de las máquinas herramientas de control numérico, comparando distintas situaciones reales de trabajo resultantes de la aplicación de una tecnología semejante, pero en contextos empresariales, culturales, sectoriales o nacionales diferentes, es buen argumento a favor de la búsqueda de otras razones que no se hallan en la ingenua creencia en la causalidad tecnológica, para explicar las condiciones de trabajo, el trabajo humano en contextos de alta tecnología.Los sistemas flexibles de fabricación, emblema si lo hay de "la fábrica del futuro", aun con una incidencia numérica no muy desarrollada, muestran igualmente, en los resultados de una amplia investigación europea, los distintos resultados, según las situaciones y los países, en lo que concierne a las características de los puestos de trabajo: las investigaciones muestran una gran diversidad de formas de organización y división del trabajo y la consecuente distribución de calificaciones, aunque se destaque la poca funcionalidad de los viejos sistemas de organización taylorista del trabajo para optimizar los complejos "nuevos sistemas de producción".
Si puede identificarse alguna causa que puede permitirnos predecir los "impactos sociales" de las nuevas tecnologías, esa determinación sólo podrá hallarse en un complejo conjunto de fenómenos sociales que algunos investigadores han llamado "efecto societal": el producto de la historia, de las tradiciones de relaciones industriales, del marco institucional, la formación y cualificación profesional, las políticas públicas,y del mercado de trabajo, la cultura organizativa y la densidad industrial de cada país o comunidad; las formas en que pueden fusionarse y potenciarse lo nuevo y lo viejo y la capacidad de aprendizaje de una sociedad.En ese contexto societario, la cultura industrial y organizativa desempeña un importante papel en la determinación de las posibilidades de opción empresarial en cuanto a qué organización introducir junto con la nueva tecnología, condicionando así la forma en que se sitúen las empresas sobre el margen de maniobra permitido por las tecnologías.
En alguna medida se pueden prever las "consecuencias sociales" -entre ellas, las condiciones de trabajo-, conociendo la cultura organizativa de quienes tienen la capacidad de decisión en la introducción de nuevas tecnologías o en su propio diseño.
La calidad del trabajo
La estrategia organizativa y de gestión que se adopte desempeñará un papel decisivo en la "calidad del trabajo" resultante. Las investigaciones de Invernizzi -por ejemplo- sobre el trabajo de oficina han mostrado igualmente la importancia de las decisiones organizativas estratégicas: "No existe un desarrollo unívoco; junto a un desarrollo muy positivo de roles y tareas encontramos tendencias de signo decididamente contrarios".La participación, por otro lado, que depende de lo que es políticamente posible en situaciones determinadas es un factor de explicación del mayor o menor éxito de las innovaciones tecnológicas, de su eficacia y de la creación de un entorno de trabajo más favorable. Las investigaciones muestran -además de las dificultades prácticas de todo orden- la ventaja de que la participación de los afectados (trabajadores, mandos medios, directivos de otros departamentos, etcétera) se lleve a cabo en una fase cuanto más alta mejor: preferiblemente en el diseño que en la puesta en marcha de las transformaciones. O las consecuencias inesperadas, pero beneficiosas, de todo orden para la empresa y para los sindicatos: el hábito de negociar con. información desarrolla mayor capacidad y cultura técnica en todos los ámbitos de la empresa.
Si, como acabamos de argumentar, la perspectiva más eficaz para poder desarrollar una política de mejora de condiciones de trabajo, al hilo de la implantación de nuevas tecnologías en nuestro país, es aquella que las toma en consideración en el diseño mismo de los sistemas productivos, y no parece que la cultura industrial en España integre este rasgo como característica natural, se debe, en consecuencia, actuar para modificar y modernizar esa cultura industrial.
Pero también en el terreno de la correccion y rectificación de las situaciones actuales, una política pública de modernización de la cultura industrial tendría repercusiones positivas. Difundir ideas y experiencias de diseño y participación; fomentar su desarrollo práctico en empresas públicas; crear instituciones que apoyen iniciativas o investigaciones de los actores sociales; condicionar ayudas públicas (por ejemplo, las nuevas modalidades de contratación) a estrategias empresariales encaminadas en esta dirección, pueden ser caminos para hacer que las nuevas tecnologías traigan consigo, necesariamente, mejores condiciones de trabajo. Hoy, si no se quiere en innovación tecnológica perder el tren (organizativo) europeo, el reto de la modernización de la cultura industrial es inevitable.
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