Pesadilla catódica
A todas luces, y sobre todo por sus luces, Poltergeist es una película spielbergiana, puramente spielbergiana. Lo es en su presentación de la fauna humana protagonista -familia de clase media-, en sus escenarios -una casa tal cual la de ET-, en su construcción visual y su potencial lumínico, reminiscentes de los de Encuentros en la tercera fase, y, finalmente, o principalmente, es spielbergiana en su propuesta de unos ojos infantiles expuestos a la fantasía sin límites, a un viaje iniciático al más allá de imprevisibles consecuencias.Aquí estos ojos sintonizan con un terrible Mal, en mayúsculas, irónicamente concentrado en las 625 líneas televisivas de nuestro ocio diario, en los rayos catédicos caóticos.
Poltergeist se emite a las 22
30. El erotómano, a las 4.00, y Una aventurera en Macao, a las 7.40, las dos el sábado. Todas ellas por TVE-1. Los que tocan el piano, a las 16.50, por TVE-2.
Así es, pues, de spíelbergiana la cosa. Pero, vaya, no es Steven Spielberg su director, sino que el autor del filme Tiburón, en su faceta de productor, puso su confianza en Tobe Hooper -suficientemente acreditado en esto del terror por su famosa La matanza de Texas-, aunque por ahí se cuenta el posible abandono de Hooper -o despido- a mitad de rodaje, y la toma de posesión de la batuta por el propio Steven Spielberg, cosa que, a la vista de los resultados, es poco menos que seguro.
En cualquier caso, Poltergeist es una espectacular pesadilla desatada a partir de los angustiosos miedos de la infancia, ahí donde los árboles son demonios de afiladas ramas y donde cualquier payaso de juguete es capaz de dibujar en su rostro un rictus aterrador. Una nueva reedición, en fin, de los placeres disneyanos de Spielberg, cuyo éxito provocó dos secuelas, tanto una como la otra perfectamente olvidables.
Escasa solvencia
El resto de la programación de TVE lo componen dos comedias de escasa solvencia, Los que tocan elpiano -con Tony Leblanc, Conchita Velasco y Alfredo Landa- y El erotómano -cinta italiana sobre la impotencia sexual de un potente industrial-, y el último filme americano del gran Josef von Sterriberg, Una aventurera en Macao, que, sin llegar a las altas cotas de fascinación que irradia su mejor cine, todavía posee un esplendor visual digno de Alarruecos, aunque le falla la protagonista: señora estupenda, frívola y seductora, Jane Russefl no era Marlene, y Sterriberg -sustituido al final del rodaje, parece ser, por Nicholas Ray- necesitaba a Marlene.
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