Ni colonia ni champú: desodorante
Carta-réplica a Carlos Casares
"E, de primeiras, teño que che decir que tantos e tantos años de combate traido, pesan sobor de testa dun principal culpábel que es tí, odiado amigo Amado Noia". (X. L. Méndez Ferrin: Cronica de nós, página 25, Ed. Xerais de Galicia, 1980.)Ni odiado ni amigo Karl:
Quién lo diría. Mira tú por dónde me brindas la ocasión de escribirte en español, que es evidentemente el idioma en el que, ya puesto a hacerlo, te mereces que te escriba. Y además -¡qué honor!-, en EL PAÍS, es decir, en la metrópoli, bien lejos de A Nosa Terra, esa que Castelao nos recordaba que todavía "non é nosa".
Digo que me brinda la ocasión porque imagino que es a mí a quien te refieres en tu reciente artículo de droguería rotulado con duda hamletiana de inexperto teenager coqueto e indeciso entre la colonia y el champú. Y digo que lo imagino, sin certidumbre plena, porque escribes "José" por "Xosé", y no te tengo por adepto de ortografías lusistas. ¿Cambiaste también en eso o no hablas de mí? Si fueses culto y sagaz, me habrías dedicado la cita literaria de tu admirado Ferrin, con que encabezo yo estas líneas, y así toda duda de identificación personal suscitada por equívocos ortográficos habría quedado eliminada con la misma escrupulosa precisión que empleaban los delatores nazis de comunistas y judíos en la Alemania de los años treinta. Porque, ¿comprendes?, las cosas hay que hacerlas bien, o sea, perfectamente, sin dejar resquicios al error de aquellos a quienes va dirigida la denuncia justiciera. Mas no te preocupes. Como soy insensato y temerario, voy a facilitarte tu trabajo y completar tu información.
Efectivamente, hace unos 15 años, exactamente en 1973, la Editorial Galaxia, que ahora tú mismo diriges, publicó un libro mío titulado O atraso económico de Galicia. El original había permanecido seis meses en la censura, de la que salió milagrosamente ileso (suerte que no tenían los detenidos y presos políticos de entonces; no sé los de ahora, pero quizá lo sepas tú, que sabes tanto).
La avidez lectora del "nacionalismo radical" -éstas son tus palabras- agotó entonces una primera edición de 3.000 o 4.000 ejemplares en tres o cuatro meses, hecho insólito que indujo a la editorial a tirar de inmediato otras tantas unidades sin renovar el pie de imprenta -para eludir la censura, simplemente-. La nueva tirada volvió a agotarse prácticamente, a su vez, en poco tiempo. Ahora, en vista de lo que escribes, puedo imaginar tu terror de entonces al descubrir que los "nacionalistas radicales" eran tantos y, cosa mucho peor, que tantos miles de militantes de la UPG eran tan propensos a leer y tan voraces devoradores de tesis tan perniciosas como las mías, que inducían fatalmente a la violencia y llevaban en sus entrañas el germen del terrorismo y la lucha armada contra un Estado tan bondadoso como el "padrecito zar" consabido. Vale, tío.
"Colonia interior"
Pues, ciertamente, en mi libro afirmé que Galicia había sido históricamente una "colonia interior" del Estado español, y seguía siéndolo. Frivolidades por el estilo no sólo las habían aseverado ya un Robert Lafont para Bretaña u Occitania respecto al Estado francés, o un Harold Wolpe para los pueblos africanos sometidos al apartheid por el Estado blanco de Suráfrica, sino que los mismísimos Maurice Dobb o Paul Baran habían empleado la noción y el símil para ciertas fases históricas del Reino Unido o de Japón. Pero eso no importa: dicho por un indígena gallego de nombre un tal Beiras, es decir, carente de credibilidad y saber por genes y por nación, tan pintoresca y majadera tesis suscitó el escándalo en las elites más preclaras del país, desde la izquierda divina a los galleguistas rumorosos como tú. Y te incluyo porque ahora comprendo el porqué de tu inesperada negativa de última hora a participar en el primer acto no clandestino del PSG celebrado pocos años después en la facultad de Medicina compostelana, con sorprendido desconcierto de nuestros compañeros de entonces. Volviendo a mis tesis, sólo los nacionalistas radicales asilvestrados opinaran de otro modo -cosa por demás irrelevante si no hubiesen resultado ser tantos miles y ser, además de lectores sin criterio, terroristas en potencia-.
Seguramente estaba yo equivocado. Así me lo hace pensar, al imenos, tu lección magistral de droguería. Sólo me queda un resquicio de duda, suscitado por aquello que escribiera un día Mario Benedetti en este mismo EL PAÍS. Decía, aproximadamente, que la mejor prueba de que cualquier ciudadano americano, influso el más inepto, podía llegar a presidente de su país la constituía precisamente su actual presidente. Quiero decir que me pregunto si la mejor prueba de que Galicia es todavía una colonia no la constituiréis precisamente tú mismo y tus artículos de droguería.
Humildad
Pero no. Bien pensado, después de tu fundamental aportación, creo que no se trata de colonia. Mas tampoco de champú, y perdona que te corrija -lo hago con toda humildad- Verás. Hace cosa de dos semanas, a la salida del Parlamento de Fonseca, un diputado socialista -sí, del PSOE- comentaba: "Aquí empieza a oler a cadáver". Y no lo decía por ninguna víctima del terrorismo al que te refieres y cuya paternidad me achacas. No. Lo decía por la situación política de mi país y del Gobierno autónomo. Si a esto añadimos tu generoso artículo, tendré que concluir que Galicia no es colonia ni champú. Debe ser desodorante. Al menos, buena falta os hace a algunos que lo sea.
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