Denunciando, que es gerundio
Carlo Lizzani no siempre ha sido un buen director o, si lo ha sido desde un punto de vista puramente técnico, de oficio, no siempre ha ofrecido buenas películas. Salvando el paréntesis de sus años al frente de la Mostra de Venecia, su filmografía, ya extensa en tiempo y títulos, está atravesada de momentos bajos que alternan caprichosamente con otros poco menos que imperecederos; se dirá, con cierta razón, que sus años de gloria quedan ya lejanos: aquella Crónica de los pobres amantes, piedra de toque imprescindible de un cine italiano comprometido engrandeciendo la brecha, en sangrienta cesárea, el neorrealismo; aquel Il gobbo de patético jorobado o aquel puntazo tan años sesenta de El proceso de Verona. Tal vez un par de títulos más, como Frente al amor y la muerte, salvan su nombre frente a un batallón de irregularidades como Un río de dólares -spaghetti western de pura cepa-, Mussolini último acto, Una respetable dama burguesa o Prostitución de menores. Sin embargo, una serie televisiva hecha con coraje, Fontamara, da fe de un Lizzani más o menos reciente a quien la voz todavía le funciona, y es una voz que transmite con nervio insatisfacciones, una voz que denuncia.Como la de Turín negro, una película de denuncia que se inspira en hechos reales, unos hechos ocurridos en Turín, donde la Mafia toma parte activa en la explotación de obreros del ramo de la construcción, siendo uno de ellos condenado por un delito que no ha cometido. Lizzani busca fuentes humanas en un mundo injusto y deshumanizado, y la especial bilis que emana su crítica parece indicarnos que la búsqueda resultó infructuosa. En 1974, cuando la película se estrenó en nuestras pantallas, presentaba una utilidad entre nosotros, tan escasos andábamos de ver realidades como ésta en la pantalla.
Turín negro se emite hoy a las 23
00 por TVE-2.
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