Cultura popular
Parece ser que don Gonzalo Torrente Ballester (véase EL PAÍS de 15 de junio de 1988), tras manifestarse con cierta acidez a favor de la cultura popular y en contra de la degradación universitaria y de las cúpulas, se fue a mear. Uno, sin entrar en el tema de las incontinencias mingitorias, piensa que el señor Torrente, con su zumba galaica, hablaba en broma, ya que don Gonzalo, que en definitiva vivió y sirvió cierto tipo de culturas populares, no puede ignorar que las tales fueron un sucedáneo, a la mayor gloria y servicio de determinados sistemas, como tampoco puede ignorar que una de las causas de la tan decaritada degradación universitaria fue el exilio -acabada la guerra- de un plantel de brillantes profesores, y su improvisado reemplazo por otros, según sistema donde se combinaba la dedocracia (con d de Dinamarca) y el agradecimiento a los servicios prestados, merced a lo que aquellos polvos trajeron -en bastante parte- los actuales lodos, sin aludir a las cúpulas, que, siendo siempre inevitables, ahora al menos pueden sustituirse, sin aguardar al último parte del equipo médico habitual.-
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