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Un congreso internacional debatió el antisemitismo del crítico Paul de Man

En 1983 murió Paul de Man, uno de los más prestigiosos teóricos de la literatura de Estados Unidos y el animador más importante del grupo de deconstructivistas de Yale. Cuatro años después, The New York Times acusó a De Man de haber escrito durante la II Guerra Mundial artículos antisemitas y proalemanes en Bélgica, su país natal, lo que desató un apasionado debate. Recientemente se ha celebrado en Amberes un congreso internacional sobre el legado de De Man, en el que la cuestión de su pasado político adquirió un desorbitante protagonismo.

El asunto salió a la luz cuando el joven investigador belga Ortwin de Graef descubrió en el verano de 1987 ciertos artículos que De Man había publicado en 1942 en el periódico flamenco Het Vlaamse Land. Tras ese hallazgo, sus posteriores pesquisas en la prensa belga le descubrieron que De Man era el autor de nada menos que 169 artículos publicados en el diario Le Soir, que entonces se encontraba bajo control alemán.La polvareda la ha levantado sobre todo el contenido de algunos de esos artículos, especialmente el titulado Los judios en la literatura actual, publicado en 1941. De Man caracteriza en él a la cultura judía como algo ajeno a la literatura occidental. "Una solución del problema judío que se basara en la creación de una colonia judía aislada de Europa no tendría consecuencias deplorables para la vida literaria de Occidente". En otros artículos De Man identifica el espíritu alemán con el hitleriano.

El descubrimiento de estos escritos de De Man ha provocado consternación y cautela en el círculo de Derrida y entre los miembros de la escuela de Yale. Para que el público pueda juzgar se ha decidido publicar todos los textos en una edición especial de la Oxford Literary Review, que aparecerá el próximo otoño.

Por el momento, la polémica, que estalló en los primeros meses de 1988, ya ha hecho correr abundante tinta. En The Nation se ha hablado de un "Waldheim académico". Tzvetan Todorov le ha caracterizado en el Times Literary Supplement como "un influyente promotor de la filosofía de Heidegger y un inquebrantable defensor de la desconstrucción, que saludó con alegría la llegada de las tropas de Hitler". Por su parte, Hillis Miller y Christopher Norris, de quien pronto se publicará una monografia sobre De Man con un epílogo añadido apresuradamente tras la polémica, han salido inmediatamente en su defensa.

En efecto, la postura de De Man era más ambigua de lo que podría parecer. Junto a críticas entusiastas de autores colaboracionistas, como Brasillach y Drieu la Rochelle, la revista surrealista Messages, de Paul Eluard, es considerada como una de las iniciativas literarias más prometedoras. Para él, simbolismo y surrealismo eran la gran esperanza de la poesía y no -como se hubiera podido imaginar- "arte degenerado".

A estas ambigüedades se agarran los amigos y defensores de De Man. En un extenso artículo publicado recientemente en Critical Inquiry, Derrida concluye, tras largas argumentaciones, que la postura de De Man es "indecidible". Cada afirmación es la negación y la superación de la anterior. Este double geste se encuentra presente incluso en su artículo sobre los judíos: al mismo tiempo que condena su cultura, nombra a Kafka entre los grandes escritores del siglo XX.

Es evidente que la coyuntura y la situación políticas en las que De Man escribió eran sumamente complejas y ambiguas. "Decididamente, Paul de Man no era ni antisemita ni nazi", dice De Graef. "Poco antes de la guerra fue durante un corto período de tiempo redactor jefe del periódico estudiantil Cahiers du Libre Examen, que se declaraba abiertamente antinazi. Tras la invasión aceptó la hegemonía alemana sobre Europa como un hecho, pero defendió la idiosincrasia cultural de cada país. Cuando Degrelle, el líder fascista belga, se declaró a favor de la anexión de Bélgica a Alemania, De Man interrumpió su actividad periodística en Le Soir. En ese momento precisamente empezó la deportación de los judíos a los campos de concentración".

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