Extrañas visitas
Numerosas personas sufren persecuciones imaginarias y angustias incontrolables
Centenares de personas que sufren, casi siempre con angustia, el convencimiento de ser objeto de las más audaces confabulaciones acuden insistentemente a periódicos, asociaciones humanitarias y embajadas en busca de alguien que les crea y auxilie en la soledad de su batalla contra ellos. Su enfermedad suele retratarse como una paranoia, que la mayoría no aceptará nunca. Muchos pueden llevar una vida normal y tener unas relaciones afectivas y sociales comunes separadas de la esfera privada en la que libran una batalla incansable, en ocasiones secreta y solitaria, contra sus enemigos.
"No se por qué me vuelvo loco", confiesa J.B., un psicólogo madrileño que ha sufrido cíclicos ataques paranóicos desde hace 10 años: "es como un iluminación, De pronto lo ves todo muy claro". J.B. ha solicitado asilo político en varias embajadas, convencido de ser objeto de una confabulación orquestada por la CIA y el capitalismo internacional. "Aunque ahora estoy bien, tengo miedo de que me vuelva a ocurrir".Su caso empezó al psicoanalizarse. "Creía que la psicoanalista me espolvoreaba con cocaina para hacerme audicto a la terapia. Luego pasé a convencerme de que ¡in grupo de psiquiatras conspiraba contra mí. Todo se empeoró cuando hice la mili en Melilla. Allí creí que se estaba preparando un golpe militar y que me tomaban por un agente del gobierno, por lo que me habían metido micrófonos en las muelas. Luego he hecho muchas locuras. La desesperazión me llevó a intentar suicidarme en un tren".
J.B. asegura haber podido superar sus ataques gracias a los internamientos. "Al verme recluido con otros enfermos, empezaba a darme cuenta de mi locura. Se iba igual que venía, como una iluminación"
Miguel A. F. F. envió hace dos meses a la Asociación Pro Derechos Humanos, desde El Ferrol, un extenso informe y una "vela bendita", que había que encender al leerlo para romper la onda telepática. En el informe narra la historia de su vida actual. Ellos -no aclara de quiénes se trata- le han elegido como blanco de ataques psíquicos, hipnosis, telepatía y toda suerte de persecuciones, con la colaboración estelar de TVE y con el único fin de destruirle.
La denuncia pública de Miguel A. es un acto de valor porque ellos lo saben todo ("Te sientes tan vigilado que hasta para ir al retrete te lo piensas, de la vergüenza que te hacen sentir"), y él no es su única víctima: "Estoy seguro de que esto se está haciendo con toda persona que en un futuro pudiera causarles problemas, o sea, todo el que no les guste su manera de pensar".
El caso de Miguel A. trae a la memoria numerosos referentes literarios, como los fatídicos hombres grises de la novela de Michael Ende Momo. Pero en este caso la ficción se ha convertido en una incesante realidad que preside toda su vida: "El sumus ya es cuando te demuestran que cada paso que das, cada gesto que hagas, lo que quieras, no son movimientos tuyos, sino de ellos, y, lo peor, hasta tus propios pensamientos".
Su historia es similar a muchas otras. "Me persigue el Sa grado Corazón de Jesús", denun ciaba otro ante la Sección Espa hola de Anmistía Internacional, mientras mostraba una foto de una calle madrileña en la que se encontraba su supuesto perseguidor.
"Recuerdo a uno que lleva unos 15 años denunciando y luchando contra sus fantasmas", señala el psiquiatra Enrique González Duro. "Lo patológico es que crean que merece la pena seguir luchando durante tanto tiempo contra sus molinos de viento. Hay pocos que logren curarse".
Pleiteantes eternos
Pedro Madrid, portavoz del Teléfono de la Esperanza, señala que una parte considerable de las entre 80 y 110 llamadas que se reciben diariamente en el Teléfono de la Esperanza de Madrid forman parte de este capítulo, aunque el principal contingente lo forman problemas de soledad.
Parte de las extrañas llamadas están causadas por celos delirantes o por pleiteantes eternos ante la justicia por los más variados litigios. Tampoco falta el típico vecino convencido de que el más mínimo ruido forma parte de un plan urdido en su contra, ni las denuncias de aquellos que padecen las secuelas de una persecución real, muchas veces por motivos políticos, ocurrida en el pasado. Sin olvidar que en todas las cabezas crecen los diablos y es fácil observar a menudo conductas levemente paranoides.
"El problema se agrava cuando te empiezas a sentir extraño ante tí mismo", señala Enrique Latorre, director del hospital Psiquiátrico de Madrid, "que puede llegar hasta asumir otra personalidad como punto de referencia, (el típico Napoleón)".
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