Seis años de mandato para 'ganar' las elecciones
Carlos Salinas de Gortari, el virtual presidente electo de México, no ganó los comicios el pasado 6 de julio. Y no porque no obtuviese más votos favorables que los demás candidatos, que tal vez los tuvo -aunque la incertidumbre del resultado se mantendrá por mucho tiempo-, sino porque ésas fueron unas elecciones que Salinas tendrá que ganar en los próximos seis años de su mandato con la ejecución de las reformas que ha prometido.En la estrategia de Salinas, las elecciones eran sólo un primer paso en un proceso de desaparición del régimen de partido único. No se han realizado en un contexto democrático ni eran el instrumento único para conseguir la democracia. Principalmente porque, como decía estos días un destacado columnista de la prensa local, "aunque Cárdenas pueda ganar, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no puede perder".
Nadie, efectivamente, contaba con que el PRI abandonase ahora el poder como consecuencia de una derrota electoral; probablemente, ni siquiera lo pensaba mucha de la gente que emitió su voto a favor de partidos de la oposición. Los propios asesores de Cárdenas admitían antes del 6 de julio que la consecución de un 20% de votos significaría un gran éxito para una alternativa nacida hace menos de un año. La estabilidad de que México ha gozado durante 60 años, en los que casi todos sus vecinos de continente se han desangrado en guerras civiles y golpes de Estado, es algo que no se quiere poner en peligro; mucho menos al norte del río Bravo, de donde no ha salido todavía ni una sola queja por las irregularidades conocidas en este proceso electoral.
Nueva etapa
Las elecciones de 1988 debían servir para demostrar que México ha entrado en una nueva etapa política, dentro de la cual cabrá en el futuro la derrota del PRI. Y eso parece haberse conseguido, aunque sea relativamente.Se ha conseguido, en primer lugar, gracias a la presión de dos fuerzas opositoras que han sabido presentarse como alternativa de Gobierno. Pero también, gracias a que el candidato del PRI era en esta ocasión un hombre que se muestra convencido de la inviabilidad de prolongar un sistema que ha perdido la confianza de los mexicanos.
Los resultados oficiales conocidos decepcionan, posiblemente, a quienes esperaban que éstos se aproximasen más a la realidad de un país dividido en tres corrientes de opinión; pero, seguramente, han sorprendido más a todos los. sectores del PRI que no creyeron nunca en una victoria por debajo del 65% de votos.
La apertura con que se está dando ahora el debate político en México llegó a hacer pensar en una victoria aún más estrecha del candidato oficial; lo cierto es que incluso los datos conocidos han provocado verdadera conmoción en el interior del partido, donde Carlos Salinas ha tenido que luchar a fondo para conseguir la aceptación de unos resultados creíbles.
Estas elecciones han permitido ya la marginación de personajes tristemente poderosos dentro de la estructura del régimen, como Joaquín Gamboa Pascoe, dirigente de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), rotundamente derrotado en su intento de alcanzar un escaño para el Senado por el distrito federal. Y han permitido que empiecen a surgir voces que claman por el cambio, como la de otro importante dirigente de la CTM que perdió su escaño de diputado, Arturo Romo, que ha pedido "el cambio de hombres dentro del sistema" y "la superación de viejas formas de hacer política".
Están todavía lejos estos planteamientos de superar a figuras tan poderosas como el líder vitalicio de los maestros, Carlos Jonguitud, que dirige con autoridad un Ejército de 200.000 enseñantes y a quien sólo se le ha escapado un distrito en su región electoral de San Luis Potosí. Salinas quiso dar a Jonguitud un pequeño toque de atención durante la campaña electoral al reunirse con un sector de maestros disidentes.
Pero el próximo presidente mexicano va a tener que hacer muchos gestos de ese tipo -y muy rápidamente- para tapar su principal talón de Aquiles en estos momentos: la falta de apoyo y credibilidad popular.
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