Centroeuropa
El acuerdo alcanzado por Stalin, Churchill y Roosevelt sobre el trazado de Europa después de la II Guerra Mundial, que reflejaba las exigencias de las superpotencias y no las de los europeos, ha demostrado ser sorprendentemente duradero. Sostenido por una mezcla de dinero americano y fuerza militar, por una parte, y por el patronazgo soviético y la fuerza militar, por la otra, el acuerdo ha mantenido a las naciones europeas firmemente alineadas en una disposición bipolar y ha suprimido la emergencia de cualquier red multipolar de alianzas políticas que cruzara la divisoria Este-Oeste.Pero el declive de la influencia de las superpotencias ha abierto nuevas perspectivas. El desastre soviético en Afganistán, el desastre americano en el Sureste asiático, la torpeza soviética en Europa oriental y la torpeza americana en Latinoamérica han contribuido a que disminuya la influencia internacional de ambos países, al tiempo que se han limitado los poderes de los dirigentes de los dos bloques.
Reconocer los vínculos latentes entre algunas naciones de Europa occidental y oriental no quiere decir que el imperio austrohúngaro pueda o deba renacer. En cambio, sí supone la existencia de un amplio abanico de opciones para que las naciones se reagrupen, en el contexto de la posible evolución de estructuras políticas y diplomáticas fluidas en Europa, a medida que las superpotencias retroceden y aflojan su dominación.
17 de agosto
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