Los filmes violentos de Robert Aldrich
Era gordo como Hitchcock y con su misma bolsa subyugular de pelícano. Murió en 1983 ante la indiferencia general, la misma que habían causado sus últimos filmes, filmes regios, viriles, salvajes a menudo y a menudo también violentos; escritos siempre, eso sí, con una pluma a la vez poética y nihilista. Sin ningún lugar a dudas, Robert Aldrich fue un cineasta decisivo del cine de acción durante tres décadas.Uno de sus títulos más olvidados, y muy característico de su personalidad, La banda de los Grissom, adaptación de una novela de James Hadley Chase (de nombre No hay orquídeas para la señorita Blandish), asoma esta madrugada por televisión. Refiere el rapto de una muchacha rica, hija de papá, por la feroz familia
Grissom y las relaciones que surgirán entre ella y Slim, secuestrador de la peor extracción -estarnos a finales de los veinte-, de la peor perversión.
La película, larga, pero fluida, sirve a Robert Aldrich para bucear en una sociedad enfermiza y miserable y en unos personajes enfermos y no menos miserables -todos lo son a la postre, pertenezcan a la clase social que pertenezcan-, y para azotar al respetable con un concierto de metralletas y violencia extrema. Su mirada distanciada, cínica, permite la aparición de un humor malévolo y soterrado y hace de La banda de los Grissom una implacable disección de la América negrísima.
La banda de los Grissom se emite esta noche, a las dos de la madrugada, por TVE-1.
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