Muertes anunciadas
EL ASESINATO en el aeropuerto de Bogotá de José Antequera, vicepresidente de la Unión Patriótica (UP), organización en la que los comunistas tienen una influencia determinante, es el último acto de una campaña de exterminio desencadenada contra esta fuerza política por grupos paramilitares, que ha causado ya 43 muertos en lo que va de año. El crimen político es hoy moneda corriente en Colombia; desde hace bastantes años, una verdadera trama negra, alimentada por el narcotráfico y con altas complicidades militares, hipoteca la vida política asesinando a las personas cuya coriducta juzga contraria a sus intereses.No es casual que el asesinato de Antequera haya tenido lugar en un momento de intensos esfuerzos por restablecer la paz civil. El grupo guerrillero M-19, después de firniar en enero un alto el fuego, ha negociado con el Gobierno, en México, la apertura de un amplio diálogo nacional al que serán invitados los otros grupos guerrilleros y los partidos, para poner fin a una violencia endémica que aqueja a Colombia desde hace décadas y que causa 10.000 muertes al año. Ahora, con la amplia reacción popular ante el asesinato de Antequera, será muy difícil que las fuerzas comunistas se incorporen a un diálogo sin garantías para la vida de sus delegados. Desde la audaz iniciativa del presidente Betancourt en 1983, al encontrarse en España con representantes del M-19, no han sido pocos los intentos de acuerdos y treguas entre Gobierrio y guerrillas sin que llegaran a consolidarse. La causa principal ha sido la pasividad gubernamental ante la actuación de los grupos paramilitares.
La actual situación internacional crea unas condiciones favorables para que se pueda poner fin a las guerrillas en Latinoamérica. Ello se ha reflejado no sólo en Colombia, sino en el proceso iniciado en El Salvador. Muchos grupos guerrilleros, nacidos y estimulados por una ideología -cuando no ayudas- que partían de Cuba, la URS S o China, se encuentran hoy con que esos países realizan una política muy di Stinta, Nadie está interesado en la prolongación de la lucha armada. Sin embargo, ni el nuevo clima internacional, ni las actitudes de buena voluntad son suficientes para pensar que la lucha armada vaya a concluir.Poderosos factores locales, empezando por una situación económica deteriorada y una miseria cada vez mas insoportable, empujan hacia acciones desesperadas. Venezuela, con una paz civil que parecía asentada y en la que la guerrilla se ha extinguido hace mucho tiempo, ha sido reciente escenario de una explosión de violencia que sorprendió a todo el mundo. Por otra parte -y los casos de Colombia y El Salvador aportan en ese orden, a despecho de la diversidad de situaciones, experiencias paralelas-, la acción de los grupos paramilitares frena con métodos terroristas la integración en la vida democrática de las fuerzas de izquierda que optaron por la vía armada.
La UP de Colombia nació hace cuatro años como consecuencia del retorno a la acción democrática de un sector de la guerrilla comunista. En este breve tiempo han sido asesinados por la trama negra cerca de un millar de sus militantes. El Gobierno no ha hecho prácticamente nada para castigar a los culpables de tanto crimen. Un tétrico cóctel de narcotráfico, sectores del ejército y el hampa profesional tiene en jaque a la ley. Como señaló el ex presidente Betancourt, "es una organización más fuerte que el Estado". Mientras el presidente, Virgilio Barcos, no se decida a atacar a esa hidra de mil brazos que lleva al país al, desastre, el camino de la paz será muy inseguro.
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