Un derecho elemental
LA RESOLUCIÓN del Parlamento de Estrasburgo por la que se recomienda a los doce que otorguen el derecho de voto en las elecciones municipales a los extranjeros que sean ciudadanos de otro país de la CE marca un hito en el esfuerzo por superar los arcaísmos que frenan la construcción de Europa. La resolución obtuvo una mayoría aplastante de 244 votos, frente a una oposición escasa, de 55 votos, proveniente de grupos como el Frente Nacional y el RPR de Francia y de ciertos sectores democristianos atemorizados por las campañas xenófobas.A partir de 1993, todo ciudadano de un país de la CE tendrá el derecho de instalarse y de trabajar en el país de los doce que prefiera. Sería absurdo que no tuviese asimismo el derecho de participar en la administración del municipio que ha escogido para vivir. No se puede olvidar la Europa de los ciudadanos mientras progresan otros aspectos de la edificación europea. Junto con la libertad de circulación de bienes y personas, es imprescindible una europeización de la ciudadanía.
Pero lo aprobado en Estrasburgo es insuficiente, ya que, en casi todos los países de la CE -y así ocurre en España-, la gran mayoría de los extranjeros no son ciudadanos de otros países de la Comunidad, sino que proceden de África del Norte, de Asia o de países del Este europeo. Los socialistas alemanes, apoyados por comunistas y ecologistas, propusieron la extensión a esos otros extranjeros del derecho de voto para los municipios. Ese derecho de voto funciona de modo satisfactorio en varios países de la CE, como Holanda, Dinamarca, Irlanda y en un land de la RFA, Hamburgo. Al rechazar esa propuesta, el Parlamento Europeo ha soslayado el gravísimo problema que supone la falta de integración plenamente ciudadana de importantes colectivos de extranjeros que son ya una parte decisiva de la fuerza de trabajo en la RFA, el Reino Unido o Francia.
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