Torpeza bienintencionada
Alexander Ramati, guionista, director y productor de Y los violines dejaron de sonar, película basada en su novela del mismo título, posee una biografía que ofrece mayor interés que su trabajo como realizador cinematográfico. Su activa vida nos recuerda que el escritor y cineasta -que durante su estancia en el Ejército polaco estuvo en el frente ruso e italiano- se licenció en Derecho en Roma y que antes de ir a EE UU fue corresponsal en Israel para las prestigiosas revistas Time y Life.Allí estudió, entre otros, con Elia Kazan y dio clases en el Instituto Erwin Piscator, antes de graduarse en la UCLA.
Pero el autor de Los clandestinos de Asís, millonario en ventas, no demuestra igual fortuna en esta su cuarta realización cinematográfica, en la que se permite el lujo de haber invitado a su esposa e hija a participar en el reparto del filme.
Y los violines dejaron de sonar
Dirección y guión: Alexander Ramati.Fotografía: Edward Klosinski. Música: Leopold Kozlowski, Zdzislaw Szoztak. Producción: Alexander Ramati. Polonia-Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Horst Bucholz, Piotr Polk, Maya Ramati, Didi Ramati, Kasia Siwak, Marne Maitland, Bettina Milne, Aldona Grochal, Marcin Tronski, Jan Machulski, Wesislawe Wojcik, Ernestyna Winnicka, Zitto Kazann, Wojciech Pastusko. Cine Rosales.
La película, cuya acción se inicia en Polonia en 1942, tiene como protagonista a una familia de gitanos que logra convencer a su tribu del peligro nazi cuando se enteran de que han comenzado a confinar a la población perteneciente a dicha etnia como antes hicieran con los judíos. La mayor parte del filme trata de la azarosa huida tribal hacia Hungría, adornada por un romance amoroso y un enfrentamiento entre el nuevo y el destituido jefe, motivo para determinados apuntes fólclóricos.
Huida inútil
Huida inútil, pues la invasión alemana de Hungría tiene como resultado el apresamiento de los fugitivos que son enviados al campo de exterminio de Auschwitz, donde aparece el siniestro protagonisino del doctor Mengele, autor de horrorosos experimentos con niños gemelos.Y los violines dejaron de sonar, una denuncia del holocausto gitano con medio millón de seres a manos de la barbarie nazi, respetable en su denuncia, se evidencia cinematográficamente morosa, torpe en su realización, simplona en su guión y poco hábil en su denuncia, cuyo mínimo interés radica en recordar el horrible hecho histórico narrado.
Babelia
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