Se rozó el absurdo
La huelga convocada por los empleados de la Bolsa de Madrid dejó vacío el patio de operaciones y con los timbrazos de los teléfonos como sonido de fondo, lo cual destacaba aun más la ausencia de los operadores. Los agentes se vieron obligados a ejecutar por sí mismos todas las tareas que habitualmente realizan sus empleados, aunque un pequeño grupo intentó desde el principio que se suspendiera la sesión. La Junta Sindical elaboró una lista de 57 valores para cotizar esa mañana, a los que habría que añadir, después, todos los valores bancarios que ponderan.El timbre que abría la sesión, a las 10 en punto de la mañana, dio paso a la confusión, ya que los agentes presentes eran insuficientes para atender a todos los corros. Se adoptó las decisión de dedicar un par de minutos a cada valor y se pusieron manos a la obra. En ese momento casi nadie tenía órdenes de clientes, lo que obligó a fijar los primeros cambios sin operar. Algunos gestores presentes protestaron, pues indicaron que a los precios que se estaban marcando ellos tomarían papel, pero la sesión continuó sin hacer caso de protesta alguna.
En dos ocasiones las protestas de algunos agentes llevó a la celebración de un pequeño cónclave, con igual resultado las dos veces: había que seguir. Se planteó la impugnación de la sesión, y sólo a las tres y cuarto de la tarde se conoció la decisión de la Junta Sindical dando por bueno todo lo sucedido en el parqué. Evidentemente no había posición alguna al cierre.
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