En Venezuela, el libro naufraga en la inflación
'Versos satánicos', de Salman Rushdie, prohibido en el país
En esta época de crisis económica e inflación de los países latinoamericanos que ha supuesto el hundimiento del comercio editorial, lo primero que se elimina del presupuesto familiar es la compra de libros, aunque signifique privación de conocimientos y, a la larga, el cierre de la industria editorial. En Venezuela parece que existe una conspiración contra la lectura. Y no es por la decisión de un tribunal venezolano de prohibir la circulación de Versos satánicos, de Salman Rushdie, o la existencia de la censura, sino la razón económica, que puede más que la ideológica.
A pesar de su origen cultural oral (antes de Colón) y la invasión de los medios audiovisuales, el desarrollo de las editoriales locales, especialmente por la iniciativa oficial, y el auge de las ediciones importadas comienza a mitad de este siglo, con la actividad alfabetizadora y la educación gratuita hasta la universitaria.Por la tradición importadora que siempre predominó en Venezuela hasta años recientes, los Gobiernos de la democracia asumieron la iniciativa de fundar editoriales del Estado con el fin de producir textos venezolanos y también impulsar la participación de acciones privadas.
Así surge una incipiente industria editorial nacional que ha vivido más fracasos que éxitos, tomando en cuenta la precaria fabricación de papel nacional con materias primas importadas y la incapacidad de competir en calidad con los libros y revistas del extranjero.
La penetración de las ediciones importadas, ante la facilidad de comprarlas con una moneda fuerte, no permite que se desarrolle la industria nacional y tampoco la promoción de autores locales. Es así como en 1982, un año antes de la primera devaluación, conocida como el viemes negro de febrero de 1983, Venezuela registra la mayor tasa de importación, 82 millones de dólares (el 75% se compra a España), afirma el presidente de la Cámara Venezolana del Libro, Leonardo Milla, en entrevista con EL PAÍS.
Arancel
Recuérdese que en 1986 el Gobierno anterior de Jaime Lusinchi creó la comisión multisectorial para el estudio de la importación del libro. Y el resultado es que en 1987 la cifra de importación baja a 4,5 millones de dólares. "Es la cifra más baja en los últimos 10 años", dice Milla, y ocurre cuando el dólar preferencial está a 14,50 bolívares.En 1988 desaparece el arancel a la importación de libros y la compra de textos extranjeros aumenta en 15 millones de dólares.
Sin embargo, la eliminación del arancel parece que no resolvió todos los problemas. El Gobierno ordena nuevamente a la comisión vigilar el valor cultural de las importaciones, dice Milla, que ve en eso actitudes o implicaciones de censura.
Con la asunción del nuevo Gobierno de Carlos Andrés Pérez, en febrero de este año se aplicaron medidas de ajuste fondomonetaristas y un plan de choque que incluyó, entre otras acciones oficiales, la devaluación del bolívar en un 200%, eliminación de dólares preferenciales para las importaciones -es decir, la unificación cambiaria- y una nueva política comercial arancelaria, en la cual el sector importador de libros sale favorecido.
La deuda
Según Milla, la situación de la importación de libros es muy grave, pues de acuerdo con sus cálculos ha bajado sensiblemente (aún no tiene las cifras definitivas, sobre todo las provenientes de España, como Planeta, Alianza, Alfaguara o Espasa Calpe, las más famosas en Venezuela).Empero, el sector importador sigue afrontando el problema de su deuda externa del año pasado, o sea, las cartas de crédito con los acreedores libreros, cuyas facturas anteriores deben pagarlas ahora al dólar libre de 38 bolívares por dólar y que el año pasado las contrataron a 14,50. Obviamente, todo esto se traslada al precio de venta al público de los libros, y por ello los extranjeros, en su mayoría españoles, son tan caros en Venezuela. Por ejemplo, un libro de literatura que costaba 200 bolívares hace tres años actualmente cuesta 900 bolívares (2.700 pesetas), lo que hace desistir al lector cuando pregunta los precios en las librerías y observa que su salario mínimo es de 5.000 bolívares (15.000 pesetas).
Incremento
Las editoriales nacionales vieron en las políticas anteriores cierta protección a la industria local.Sin embargo, la posibilidad de avanzar les duró muy poco. En Venezuela se comenzó a fabricar papel para imprimir textos educativos y culturales con la celulosa, tinta y otras materias primas importadas. Pero la terminación no ha sido tan óptima como el papel importado, que a la postre sale demasiado caro.
Las editoriales venezolanas más firmes, como Monteávila y Ayacucho, estatales, y las privadas Badell Editores, Alfadil y Pomaire mantienen una producción regular según el viento que sople, es decir, al autor del momento o la reproducción de títulos vendidos en el extranjero.
Babelia
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