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FERIA DE OTOÑO

Esto tiene truco

El sexto toro padecía invalidez. Normal. El taurinismo tiene montada la moderna tauromaquia a base de toros inválidos y es una bendición para todos, excepto para los aficionados, que protestan. Al sexto toro le protestaron los aficionados, faltaría más, y el presidente se negó a devolverlo al corral, faltaría más también. Lo del presidente tiene truco: no devuelve el toro, pega pases el torero, aplauden unos cuantos, protestan los aficionados, si no quieres caldo dos tazas y el torero intenta llegar al pase 100, le dan la oreja.El sexto-inválido se desplomó y ni tirándole del rabo conseguían levantarle. Miraba con tristeza a los banderilleros que le tiraban del rabo y parecía un perrillo. Sin embargo era un torito bravo y habría dado medio cuerno por poder embestir, pues esa es la razón de ser de los toritos bravos. Costó muchos esfuerzos, de poco se hernia un banderillero, pero al fin le pusieron en pie.

Buendía / Robles, Mora, Cepeda

Cinco toros de Joaquín Buendía, bien presentados, inválidos; 3º, sobrero de Bernardino Giménez, de gran trapío y manso, que sustituía a otro sobrero de Sayalero y Bandrés, tan inválido como el titular. Julio Robles: estocada caída (oreja con protestas); estocada ladeada perdiendo la muleta (oreja con protestas); salió a hombros por la puerta grande. Juan Mora: dos pinchazos y estocada ladeada (silencio); cuatro pinchazos, cuatro descabellos -aviso- y dos descabellos (algunos pitos). Fernando Cepeda: cuatro pinchazos y se acuesta el toro (silencio); estocada corta baja (silencio).Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. Tercera corrida de la Feria de Otoño.

Al verle de nuevo plantadito y desvalido, Fernando Cepeda se dispuso a cortarle la oreja por el conocido procedimiento de pegar pases. La verdad es que en cada pase el torito se iba a morir,y pudo morir 94 veces, porque 94 pases le pegó. En realidad, para nada: no cortó oreja. Hará bien si protesta a su sindicato Fernando Cepeda, porque antes le habían dado a Julio Robles la oreja de otro inválido, y ya es sabido que ningún torero podrá ser discriminado por su sexo, ni por su religión, ni por su toro inválido. Ese otro toro no estaba tan inválido y Robles le ligó pases largos, bien rematados, con ribetes de clasicismo. Así que, con la negativa a devolver al corral al toro inválido-no -tanto, consiguió el presidente: a) Ahorrarle a la empresa buenos duros; b) Que los toreros se liberaran de lidiar un toro pues, si estaba inválido, nada había que lidiar; c) Darle al matador el triunfo. El presidente es como un padre.

Para la empresa y para los toreros es como un padre el presidente. En cambio, para la afición, madrastra. Y eso que la afición se pasa de buena. Por ejemplo, el primer toro también estaba inválido y no lo dijo. A ese toro, de amilbarada boyantía, le hizo Robles una faena exquisita, construida a base de templadísimos redondos y naturales muy bien abrochados con el de pecho e instrumentados en perfecta ligazón. No importó que el toro se derrumbara a sus pies; al contrario, hubo oreja.

El primero de Juan Mora se caía, para no variar, y apenas pudo darle pases. El quinto embestía nobletón y sí pudo dárselos, aunque tan envarado que se lo echaba encima. El sobrero, tardo y áspero, impidió el lucimiento de Fernando Cepeda. Durante las costaladas del sexto, de la andanada surgió una voz: "¿Cuándo empieza la corrida, golfos?. El truco es que no empiece nunca y en cambio acabe triunfal, saliendo un torero a hombros por la puerta grande. Con presidentes como el de ayer, eso está hecho.

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