Anguita: "En España hay dinero de sobra"
El candidato de Izquierda Unida aborrece las campañas electorales y está deseando que termine ésta
Está tan seguro de lo que dice que no tiene ninguna prisa. El cadáver del enemigo "siempre termina pasando por delante de uno". Por esa razón, la arrogancia forma parte de su discurso político, hasta el punto de que no es sino partidario de la suerte de recibir. Es decir, su partido nunca va a ir en busca de nadie. "Decimos muy claro lo que somos y lo que queremos. Y el que quiera algo, que venga a hablar con nosotros. Así de claro y así de rotundo". Julio Anguita defiende su programa económico como "constitucional", "posible" y "viable" porque en España, explica, "hay dinero de sobra".
Julio Anguita, candidato de IU a la presidencia del Gobierno, no hace ascos cuando se califica su mensaje político de profético. Profético, no en el sentido de adivinación del futuro, sino en el sentido bíblico del término, "en situarse siempre por delante de los demás". Aborrece las campañas electorales tal como se conciben en estos tiempos -"no sirven para nada"-, y está deseando que acabe ésta. Y mientras llega ese fin, siempre tiene a mano la lanza de derribar molinos para arremeter contra "los políticos profesionales". "Yo no entro en ese clan. La política es una función y no una profesión. Cuando vamos a las instituciones es para abrirlas y explicarlas a las gentes, porque -y en esto sigo siendo leninista- no he dejado de pensar que el Estado es un instrumento represor en manos de una clase dominante".Pregunta. ¿Por qué les molesta que les recuerden que son comunistas?
Respuesta. No me molesta. Lo que ocurre es que no es verdad, porque en el proyecto de Izquierda Unida no estamos solos. Por otra parte, nos enfrentamos a una fuerza que se llama socialista, y es bueno recordar que hay socialistas que están en IU y no en el PSOE.
P. En la Unión Soviética se está empezando a revisar ya incluso el leninismo. Si esto se consuma, ¿qué referente ideológico le queda al comunismo distinto del socialismo occidental?
R. A los que necesitan catecismos, Romas y Vaticanos puede que no les quede ninguno. Pero a los que hemos tenido que luchar con las ideas de Marx en Occidente nos deja impasibles. Allí se ha manejado un catecismo desde la seguridad de que nadie contestaba. Aquí, como tuvimos que vérnoslas cara a cara con el adversario y hemos tenido que ir modificando muchas cosas que nos daba la realidad, tenemos una formación mucho más amplia. Allí se tambalea toda una concepción del comunismo, pero aquí se bambolea toda una concepción de la economía liberal, se vuelve al darwinismo. Y aquéllos y éstos, o llegan a una síntesis desde la izquierda o esto es tan fracaso como aquello; eso sí, con grandes almacenes.
P. Pues ya es una diferencia, porque acabo de llegar de allí, y el drama cotidiano es encontrar algo para comer cada día...
R. Pero eso no es el sistema, sino consecuencia de quienes lo torpedean, porque hasta ahora el sistema garantizaba comida, salud, vivienda, etcétera. También es producto de la quiebra económica producida por los gastos militares a los que han sido llevados por la otra superpotencia. Pero, a pesar de todo, yo me reafirmo en todas mis concepciones marxistas. No sé si estaré equivocado o no, pero lo tengo muy claro. De forma que eso [la quiebra de la URSS] no me lleva a entregarme al becerro de oro. Yo siempre me he negado a aceptar que haya paraísos. Y ni esto lo es ni aquello lo fue. El socialismo está aun por construir.
P. ¿Comparte usted la tesis de Jordi Solé Tura de que, tras el derrumbe del modelo comunista, en Europa no hay más opción que la socialdemocracia o el neoliberalismo?
R. Solé Tura simplifica. Y eso, en un intelectual, cuando no es una inconsciencia, es una conducta culpable. ¿De qué socialdemocracia habla? ¿De la socialdemocracia que representaba el partido de Lenin antes de ser partido comunista? Porque Si habla del PSOE, eso no es socialdemocracia, sino liberal-conservadurismo. La socialdemocracia actual no es sino un avance en la mejora del si stema capitalista. Lo que ocurre es que este Gobierno no es ni siquiera socialdemócrata. ¡Qué más quisiéramos!
Política thatcheriana
P. Felipe González les acusa de hacer el juego a la derecha.
R. Yo sólo contesto esto: Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, la Junta de Andalucía, Fortuna..., Ayuntamientos robados a IU en una alianza entre el PSOE y AP. Además, quien hace el juego a la derecha económica es el propio Gobierno. El mundo de este final de siglo una de las cosas que está poniendo patas arriba son las etiquetas, y hoy, etiquetas como comunismo o socialismo no significan nada. Por llamarse socialista no se es socialista. Lo que importa son los contenidos, y en los contenidos, don Felipe González, con todo respeto, está dentro de la política thatcheriana.
P. ¿Cree que nos encontramos en una situación a la griega que requeriría soluciones a la griega?
R. Yo no entro en esas zarandajas. Para mí, los valores esenciales están por encima de los partidos, y esos valores se llaman democracia, honestidad, uso correcto del dinero público. Si en una situación en que eso conviene que se clarifique hay que buscar alianzas, pues, no sé... Y así lo dejo. Pero a mí, que siendo alcalde le he metido mano a gente de izquierda porque era corrupta, no me detiene el carné de nadie, sino si alguien ha violado o no la ley.
P. Usted riñe a los electores porque critican al Gobierno, ha cen una huelga contra él y después le votan. ¿A qué atribuye ese fenómeno?
R. Estamos -y esto se remonta al tiempo de los Austrias- ante una sociedad que siempre, ante un poder omnímodo, ha utilizado como vía de escape ese tipo de crítica. Había una dualidad entre la calle, donde se permitían pequeños pecados (y de ahí nace la picaresca), y otras actitudes más solidarias. En España, el poder siempre ha sido una referencia para insultar, pero en cuyas corruptelas, en el fondo, se quería participar. En todo caso, una política, como el buen vino, necesita tiempo, crianza, madre y tonel. La política no es "¿qué trae usted para este otoño-invierno?". La política es tiempo, y quien controle el tiempo gana. Y quien conoce esta manera de trabajar es el PSOE, que ya la ha padecido tres veces, dos en Córdoba y una en Andalucía en general.
P. Y eso de la alternativa, que ustedes llevan como lema, ¿no le parece un poco pretencioso?
R. Eso es para los que hacen del comentario político una crónica de sociedad. Nosotros venimos teorizando desde hace mucho tiempo. La sociedad actual, en el Este y en el Oeste, está atravesada por una serie de contradicciones: revolución científico técnica frente a paro estructural y desaparición del Estado de bienestar; crecimiento económico (aunque de sólo una cuarta parte de la humanidad) frente a una grave agresión ecológica; una economía cuyo impulso principal es la fabricación de armamento o una economía cuyo impulso sea la paz; la defensa en la surperestructura política de un sistema de libertades y, frente a ello, el Tercer Mundo, y el cuarto, y su deuda impagable; y la desaparición de los Estados nacionales como consecuencia de la revolución en la esfera de lo económico. La fuerza que se sitúe en esas contradicciones e intente hacer la síntesis ésa será la fuerza de la alternativa. Una fuerza que formula sus principios así: su objetivo, una política de pleno empleo con absoluto respeto a la naturaleza; segundo, para llevar a cabo ese objetivo no bastan los partidos socialistas y comunistas solos, y menos concepciones clásicas de ambos. Ambos tienen que llegar a una síntesis junto con la izquierda emergente. Lo que no quiere decir que nosotros vayamos a la socialdemocracia: eso es ir de Guatemala a Guatepeor.
El déficit
P. ¿Existe una alternativa que no aumente el deficit público, no empeore la tasa de inflación, cree empleo y mejore nuestro desequilibrio exterior?
R. Sí, señor. Y esa alternativa se llama programa económico de IU. Ese programa pasa por la planificación económica (artículo 131 de la Constitución), el control del crédito sin necesidad de nacionalizaciones, restructuración selectiva del gasto público para ir abandonando las ínversiones militares, reforma fiscal a fondo actuando sobre los escalones superiores y los pagarés y bonos del Tesoro, y coordinación de las distintas administraciones para que los recursos no se pierdan, porque en España hay dinero de sobra. Una política que base el crecimiento en la especulación y no en la creación de riqueza está condenada al fracaso.
P. ¿Y se puede hacer todo eso sin aumentar el déficit presupuestario?
R. Yo no lo aumentaría. Pero lo dejaría como está durante unos años, porque me parece un disparate querer suprimirlo para 1992. Y sólo se irá reduciendo a medida que la presión fiscal aumente lo que tiene que hacerlo. Lo cual, por cierto, coincide con la opinión expresada por Felipe González en el Club Siglo XXI en 1979.
P. Usted abusa del didactismo y aborrece la política-espectáculo. Su postura puede ser estéticamente loable, pero ¿es también eficaz?
R. Así barrí en Córdoba. Les quitamos 300.000 votos por la izquierda al PSOE en Andalucía con esta postura. Hay que desmitificar la clase sacerdotal en que se han convertido los políticos. Lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo, y me han llamado iluminado. Pero barrimos. Y lo hicimos porque cuestionamos permanentemente una falacia miserable: hacer de la política una profesión.
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