Dificultades sin vencer
Esta obra breve y brillante, El hombre del destino, de Bernard Shaw, es difícil de traducir. Más allá del texto es difícil de traducir en escena, porque está muy ad herida a lo profundo de su idioma, de la cultura de ese idioma y de sus circunstancias. Italia y Francia el escenario y el personaje principal- son apenas un contrapunto para explicar lo inglés, la broma de lo inglés que G. B . S. utilizaba siempre.El teniente, por ejemplo, es la caricatura de un botarate inglés, de un esnob, de uno de esos personajes eternamente retratados con punta de acero por los disidentes -Wilde, Waugh, Burgess...- católicos, o irlandeses, o las dos cosas.
Napoleón es un histrión, un "comediante" -como le llamó un papa- entre italiano y francés, un cínico en el fondo, que en esta obra representa en varios registros; y la primera y larguísima acotación original lo explica suficientemente. La dama es de procedencia inglesa, lo cual se dice en el texto para explicar su carácter.
El hombre del destino
Autor: Bernard Shaw (1895). Traducción de Floreal Ponce. Intérpretes: Eusebio Poncela, Carmen Elías, Félix Rotaeta, Pere Ponce. Escenografía y vestuario: Andrea D'Odorico. Dirección: María Ruiz. Teatro Español. Madrid, 17 de noviembre.
Como la obra es una "pequeña escena", según su autor, escrita "en un momento de ocio", una "pieza de bravura" para dar ocasión al lucimiento de dos intérpretes, toda esta trivialidad es mucho más patente que en las obras de tesis: es su superficie característica lo que brilla.
Tarea imposible
Traducir esto a la escena española, casi un siglo después de su escritura -1895- parece una tarea imposible. No parece que la directora del montaje de El hombre del destino, María Ruiz, lo haya intentado.La obra está representada a la española, a la antigua usanza española, con la sobreactuación del gran personaje -Eusebio Poncela-, la coquetería mimosa de la Dama -Carmen Elías-, la pérdida del Teniente -Pere Ponce- y el tópico del mesonero, tan típico en el viejo teatro nacional -Félix Rotaeta
El sentido original no se encuentra nunca, la intención se pierde; queda en cambio flotante lo que más puede tener de chiste o de frase de autor. Se traspasa, sin embargo, lo suficiente del gran talento escénico y de la escritura de Shaw, luchando contra la adversidad de la escena, como para que aún interese ver y escuchar.
Babelia
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