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El Atlético inutilizó el sistema de juego azulgrana

Luis Gómez

Confundido entre la charlotada de un referéndum/consultal/encuesta, el fútbol estuvo a punto de quedar ayer en un segunclo plano porque determinados presidentes tratan de ocultar la exacta razón de su aterrizaje en el Deporte. No los anima tanto -un deseo de mejorar honestamente el espectáculo sino una indisimulable necesidad de protagonizarlo. Gil quiso ayer robarle el balón a los jugadores, alternar el fútbol con la verborrea y su derrota no admitió paliativos: el pútlico no asistió en buena medida porque hacía frio y podía presenciar el partido en casa. Aun así, el partido estuvo amenazado por un vértigo de imágenes inauditas: urnas en las puertas del estadio, alevines haciendo de interventores, acomodadores votando, niños con papeleta, miembros de la Cruz Roja abandonando las camillas y buscando el balón para darle unas pataditas, y el presidente en el césped. Cuando el balón comenzó a rodar, pudo apreciarse un suspiro de alivio entre cuienes acuden al fútbol para ver fitbol. Clemente manifestaba sin pudor: "Ahora empieza lo serio".Ya en serio, el Atlético demostró superioridad táctica sobre el llarcelona, lo que quiere decir cue Clemente superó a Cruyff.

Cruyff, denominado con cierta sorna El profeta del gol, parece empeñado en emborrachar de razón a sus detractores, aquellos que proclaman que el holandés altera sin cuento sus alineaciones porque hace -un ejercicio diario de prepotencia. Cruyff aprovecha cada encuentro trascendente para sorprender a amigos y enemígos, a titulares y reservas, a público y periodistas. Sus alineaciones llevan camino de convertirse en materia quinielística Ayer no fue una excepción porque rescató a Urbano de un severo exilio para colocarlo como cuarto defensa, justo cuando parecía que le empezaba a ir bien con su pertinaz deseo de hacer funcionar una retaguardia ¡imitada a tres jugadores. La prueba permitió al Atlético, disfrutar de un primer tiempo convicente, en el que los jugadores hicieron bue no el esquerría de Clemente.

El Atlético sorprendió con una alineación aparentemente ofensiva, que Clemente se encar gó de que se transformara en una maraña de jugadores rápidos que se incrustó sobre el esquema de Cruyff e inutilizó totalmente el juego barcelonista. Desde el primer minuto de juego, el Barcelo na quedó partido en dos, desamparado, sin posibilidades de abastecer a su delantera y sin descanso para maniobrar desde su defensa. El Atlético terminó robándole el balón al Barcelona. Puestos a robar el balón, vale todo, excepto que se lo apropie el presidente de turno.

El esquema rojiblanco adquirió convicción ante el Barcelona, porque la velocidad de Aguilera y el adelantamiento de Pizo Gómez o Bustingorri por los laterales, terminaron por clavar a la línea defensiva azulgrana en una posición retrasada. A los 11 minutos, un torpe malentendido entre Zubizarreta y Aloisio permitió al Atlético cobrarse el primer gol y asegurar su dominio con mayor serenidad. El Barcelona quedó tan quebrado que sólo atisbó dos recursos para salir del atolladero: buscar el remate en libre directo de Koeman o aprovechar alguna acción individual de Laudrup. Éste tuvo cinco minutos estelares cuando aprovechó su libertad de acción para retrasarse a medio campo a buscar personalmente la pelota. De él partieron las dos únicas acciones peligrosas, pero Clemente ordenó cortarle el camino.

El partido se redujo a observar el beneficio que el Atlético podía obtener de todos los balones que lograba dominar. Manolo actuaba de cerebro y Aguilera resultaba el jugador más decidido en alcanzar el área cuanto antes. Ambos fabricaron hasta cuatro jugadas de peligro que no encontraron, fundamentalmente, el acierto de Baltazar.

La reanudación no ofreció mayor aiteración al decorado. El Atlético ganó en suficiencia e incluso mermó su am bición ofensiva y 21 Barcelona exasperó a sus incondicionales por su manifiesta incapacidad para, siquiera, imponer respeto en el rival. Apagado Laudrup, sentado Salinas, desorientado Milla, preocupado Koeman porque Futre no llegara a doblarl.e el espinazo, el Barcelona despreció el poco tiempo de uso de balón que le concedió el Atlético. Cuando el partido acabó, el frio se apoderó del estadio: unos erripleados almacenaban los balones; otros, urnas. Pero en la calle, el aficionado hacía escrutinios con la clasificación.

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