Victoria pírrica
Hoy se cumple un año desde que una moción de censura hizo pasar la alcaldía de Madrid, hasta entonces gestionada por el PSOE, a manos del CDS. El ex alcalde socialista analiza en este texto la gestión de Rodríguez Sahagún en el Ayuntamiento madrileño.
Hace un año que Madrid tiene un gobierno municipal de derechas. Parece que al actual alcalde no le gusta que le apliquen la expresión de derechas porque él, don Agustín, es de centro progresista. Pero lo cierto es que fue una alianza entre el PP y el CDS la que le llevó a la alcaldía como dirigente de la menor de las dos fuerzas coligadas; y no menos cierto es que, desde entonces, el partido al que pertenece el señor alcalde no ha dejado de acumular perplejidades ideológicas y retrocesos electorales.Se ha hecho así patente el carácter pírrico de la victoria del CDS, que consiguió la alcaldía de Madrid gracias al apoyo de otra fuerza política, el PP, de la que, desde las últimas elecciones legislativas, intenta alejarse, estimando, no sin motivo, que a aquel entendimiento tan explícito con la derecha deben los suaristas buena parte de su declive actual.
El caso es que el señor Rodríguez Sahagún aparece cada vez más empotrado en su precaria condición de rehén político. Es alcalde con el voto de uno de cada 10 de sus convecinos y está sitiado por aquéllos que le ayudaron a llegar tan alto con tan escasos apoyos populares. SI, en los primeros tiempos de su mandato, su implacable acompañante en actos oficiales y oficiosos, don José María Álvarez del Manzano, aparecía como un escolta, ahora el poderoso aliado de la derecha hace más bien las veces de un celador. Y por más que don Agustín despliegue sus esfuerzos por construirse una imagen de benevolente y paternal gestor situado al margen de las triquiñuelas políticas -esa imagen a la que, reconozcámoslo, aspiran tantos alcaldes-, la memoria de los madrileños no será tan frágil que olvide los fundamentos y las formas del acceso del señor Rodríguez a la alcaldía. Ésa es tal vez la razón por la que un hombre tan preocupado por estar presente, y sonriente, en los medios de comunicación no parece muy dispuesto a mezclarse fisicamente con sus convecinos, así se trate de abrir carnavales o de pregonar fiestas patronales.
Recurso milagroso
Pero puede que muchos ciudadanos piensen que lo importante no es cómo se accede al poder ni con qué compromisos, sino qué se hace desde él. Y, en este punto, fuerza será reconocer que ni los socialistas teníamos la culpa de todos los problemas de Madrid, ni las derechas el recurso milagroso que los solucionara, aunque ambas cosas pudieron colegirse de los términos en los que fue plantea da la moción de censura de hace un año. Tengo a menudo la impresión de que nuestros provisionales sucesores no han dejado de caer en ninguno de los vicios que -a veces con más imaginación que sentido de la realidad- reprochaban a los socialistas. Quienes se erigían en defensores de los mal tratados automovilistas se han apuntado a la terapia de las multas con más contundencia que coherencia; quienes echaban en falta capacidad de diálogo y sensibilidad social se han enzarzado en conflictos laborales interminables y han hecho caer el peso de la ley con preferencia sobre los más humildes; quienes nos reprochaban heterodoxas iniciativas culturales han inventado el surrealismo ecológico con la campaña "Un arbol, una vida", aunque al mismo tiempo tuviera que cerrarse algun convencional conservatorio de música. Además, de cuando en cuando, y como para recordarnos que detrás de la derecha civilizada se agazapa la otra, bien conocida, se produce un sobresalto de zafiedad represiva, que algún concejal del Grupo Popular parece querer dejar asociado a su nombre y apellido.
Hasta del recurso a la herencia recibida han echado mano las derechas que rigen nuestro municipio. Cuando, desde 1979, las izquierdas tuvimos que poner en pie muchas cosas desde la agria herencia del franquismo evocábamos a veces la dura rémora que ésta suponía. Ahora las derechas explican que no nos hacen felices tan pronto como sería su deseo porque arrastran el peso de la inacción de los 10 años de gobierno municipal socialista. "Los socialistas no han hecho nada", explican, por ejemplo, en la inauguración oficial de unas instalaciones culturales y deportivas concebidas y prácticamente realizadas durante el mandato socialista. También en este punto habrá que confiar en la memoria histórica de las ciudadanas y los ciudadanos de Madrid. Por lo demás, cuando uno repasa lo que se hizo, piensa que, en algunos terrenos, probablemente sobró bisoñez y faltó audacia, pero que, en todo caso, las iniciativas más creativas -esas que ahora ya casi nadie discute- fueron las que suscitaron en su día la más desmelenada oposición de las derechas.
Tales derechas fueron las que, hace un año, utilizaron al municipio de Madrid como pieza de un cambalache político que, a la postre, resultó incompleto y de escasa consistencia. En este año los ciudadanos de Madrid han podido comprobar si detrás de aquella moción de censura había algo más que una apetencia de poder y un acuerdo para conseguirlo y repartírelo. Ahora bien, yo entiendo que, más allá de la precariedad política de los actuales regidores de la Villa y de esa inercia esmaltada de retrocesos que ha sido su gestión durante este año, lo que debemos hacer ahora todos los que estamos comprometidos, desde diversas posiciones, con el futuro de nuestra ciudad, es levantar un poco el vuelo y ser capaces de precisar proyectos, perfilar programas, confrontar propuestas. Por encima de las mezquindades y de las escaramuzas cotidianas tenemos que reencontrar esa "emoción del bien público regida con lucidez", que es como Azaña definió a la verdadera política. "Lo demás", decía don Manuel, "es chabacanería".
Elecciones
Dentro de un año tendrán lugar las elecciones municipales, y los vecinos deben saber con claridad lo que cada cual encarna y ofrece. Es probable que en esas elecciones tengan ya poco que decir las demagogias radicales que terminan echadas en brazos de la derecha. El contraste entre la opción conservadora y la progresista será claro y la confrontación estará seguramente muy equilibrada. Sobre la izquierda pesará una tendencia difícil de combatir desde una política estrictamente municipal: el creciente traslado de las clases populares hacia la corona metropolitana exterior al municipio (esas personas jóvenes que votan mayoritariamente a la izquierda y trabajan en Madrid, pero que eligen a los alcaldes de Leganés, Móstoles o Alcalá). A ello se añade la dificultad de movilizar electoralmente a unas clases medias progresistas a menudo maltratadas por las carencias y los excesos de la vida en la gran urbe.
Pese a todo ello, contando con todo ello, tenemos que prepararnos para ganar y merecer la victoria. Desde 1991 este corazón de España que es Madrid tiene que volver a estar, con la fuerza y la razón de los votos, en donde le corresponde a un corazón: en la izquierda.
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