Toreo de querubines
Parecía ser que la temporada de Julio Aparicio transcurría casi plana, pero que llegado el mes de agosto ha recobrado el pulso. El viernes fue Antequera y el domingo Málaga. Cuando se atesora el arte de Aparicio, si además aflora la decisión, y ésta ha llegado, la afición puede estar de enhorabuena.
En su primero no le importó que fuera corniveleto y astifino para torearlo a la verónica en cuatro lances y una media primorosos. La faena la inició con tres ayudados por alto, uno por bajo y uno de pecho, que parecían no acabarse nunca. Citaba de medio frente, y corría la mano derecha con tanta naturalidad, sin esfuerzo alguno, tan desahogadamente que más parecía estuviera jugando al toro.
San Román / Paula, Espartaco, Aparicio
Dos toros de San Román; tercero, cuarto y quinto de Jordar y Ruchena y sexto del Torreón. Rafael de Paula: media que escupe, dos descabellos (bronca); nueve pinchazos, bajonazo, aviso (bronca). Espartaco: pinchazo, estocada caída (oreja); estocada, descabello (oreja). Julio Aparicio: dos pinchazos, media, aviso, descabello (vuelta); estocada (oreja). Plaza de toros de la Malagueta, 12 de agosto. Segunda corrida de Feria. Casi lleno.
Bordado
Los naturales hubo de rematarlos con la muleta alta, para que el toro no se cayera, pero el ritmo era tan suave que también resultaban preciosos. Un trincherazo que hubiera firmado Domingo Ortega puso fin a la faena, que no a la vida del toro, cuya muerte fue premiosa. Tras recibir un aviso dio la vuelta al ruedo.
También bordó el toreo a la verónica en el sexto. Con la muleta en la derecha, la mano muy baja, parecía detenerse el reloj en los redondos. Cuando lo toreaba al natural, relajadamente, recibió un fuerte golpe con la pala del pitón en el cuello.
No se amilanó el sevillano, y todavía le recetó con garbo una serie de redondos y un trincherazo, antes de entrar a matar con decisión, y recibir otro fuerte golpe en el vientre.
El sentimiento que imprime a su quehacer y la lentitud de su toreo es lo que le diferencia a Aparicio del resto de sus compañeros. Si los querubines torearan, torearían así.
Espartaco ha cortado una oreja muy merecidamente y otra menos. El quinto era un toro complicado, al que la maestría del torero le ha obligado a tragarse varias series de muletazos con la derecha, como si fuera un purgante. Había que cruzarse con él, meterlo en la muleta, aguantarle los gañafones y templarle la embestida, y Espartado lo hizo. Sólo con buena técnica y mucho valor puede dominarse a un toro así.
A su primero, sin embargo, mucho más fácil, lo toreó con el pico de la muleta, despegado, sin que faltaran los circulares tan en boga. Faena para la galería la del segundo y para los aficionados la del quinto.
Moscas
Rafael de Paula le quitó las moscas a sus dos enemigos, y solamente en dos verónicas aisladas y una media puso el sello de la casa.
La corrida estuvo a punto de suspenderse. A las tres de la tarde nadie daba un duro por su celebración. De la corrida de San Román se desecharon cuatro toros. Complejas negociaciones para ponerse de acuerdo la empresa y los representantes de los toreros respecto al ganado a lidiar. Todo eso es normal. Lo que no es admisible es que la empresa no anuncie en la taquilla ni la sustitución de Curro Romero por Paula, ni los cambios en los toros anunciados, ni advierta del derecho de los espectadores a la devolución de las entradas. Y todavía menos admisible es que la autoridad, haciendo de don Tancredo, lo consienta.
Babelia
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